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Esperé a mi primera paciente, ansiosa, asustada. Y ni
bien llegó noté que era más joven y prudente que yo.
Orfandad su tema.
La madre muere en el parto que ella nace. Nunca dijo
mamá en voz alta y –pensé- qué entendederas florecen sin esa palabra
inaugural; cuánta niñez se atasca si jamás dijiste mamá ayudame, no me dejes
sola, no dejes que me dejen sola.
A nadar contracorriente siendo apenas renacuajo y se
hizo persona aprendiendo por ahí cómo se exige. Tal vez ‑pensé- una nana la
salvó haciéndole la raya al medio mojando el peine en la canilla,
pero puede que esa nana de golpe viaja a su tierra y no regresa a ese
cuartucho a esa vida sin aire.
Le costó precisar qué edad tendría (trece dijo, catorce
corrigió) cuando a su papá le fallan los pulmones. Una mocosa con muchas
ganas de serlo –pensé- y le toca atenderle mientras su hermano mayor se hace
cargo de la lechería.
Alimenta a un padre en reposo absoluto: compras,
cocinar, disponer en la bandeja.
Afeitarlo: brocha, jabón, la maquinita con gilet.
Poner y sacarle la chata con pis y con caca y vaciarla
en el inodoro y lavarla con Espadol y colocarla bajo la cama sin decir
palabra, sin recibir palabra. Vigilando cuando él regresa a la noria, lo
arrea a misa para evitar que enmohezca.
Tanto y tanto desvelo sirvió de poco -pensé- si el
viejo acaba muriendo en la lechería. Entonces ella tiró para adelante
cuidando chicos, vendiendo productos Avón; fuera de las barritas por rara,
adusta, puercoespina. Y leyó. Leyó lo que había en puestos de libros segunda
mano, los que pedía prestado y siempre devolvió. Al fin se echó a escribir y
obviamente se afilió a la poesía.
La sesión comenzó a finalizar y –pensé- ni siquiera he
indagado el motivo de su consulta. Le propuse otra entrevista y aceptó. La
acompañé hasta la puerta y agradeció. Se fue. Sin que me atreviera a decirle
nada se fue.
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foto: Rolf Rempel
agradezco la invitación y agrego que me gustó mucho la lectura de esta historia,
ResponderEliminarMario:
Eliminarsoy yo la que agradezco tu lectura y tus palabras.
Y espero que otras historias -pasadas o futuras- de este Blog te gusten de modo que sigamos en contacto
tus historias son bellas de tanta sencillez...
ResponderEliminarY qué bellas tus palabras.
EliminarBuscar las sencillez cuesta, ya sabrás. Pero es una forma de escribir -de vivir, diré- que ando buscando hace tiempo.
Gracias Ana y hasta pronto.
Gracias por invitarme a conocerte.
ResponderEliminarA veces hay milagros que nos permiten hallar personas como vos.
Muchas gracias, Hilda.
EliminarUn viaje inesperado me impidió contestarte de inmediato.
Lo primero que pensé al leerte fue: a veces hay milagros que nos permiten hallar personas como ELLA.
Pero tu frase es deliciosamente irrepetible.
El Blog es un puente, te invito a que los sigamos transitando.
Gracias Marta. Una maravilla leerte, es como estar ahí...Un abrazo, Tessy
ResponderEliminarMuchas gracias Tessy.
EliminarEs maravillosa la ficción.
Es maravilloso como el Blog salta de un tiempo y un escenario a otro, y junta personas.
Y es también maravilloso que lo que aprendí de mis pacientes se convierta en historias por contar.
Un abrazo para vos también.
Marta:
ResponderEliminarUn placer leerte.
Me sentí allí /cerca de ambas.
Desde graciela abrazo
Graciela:
ResponderEliminarmuchas gracias.
Si vieras qué placer me produce saber que leíste estas historias que son, siempre, producto de la fantasía.
A las dos mujeres de esta historia les hace muy bien tu cercanía. Agradecen junto a mí.
Querida,
ResponderEliminarcomo siempre un placer...
M.
Querida Mathilda:
Eliminarmuchas gracias por tu lectura.
Venís siguiendo el Blog y eso para mí es un placer!
Estas son historias que hace mucho tiempo me rondaban en la fantasía y ahora puedo compartirlas. Eso es un placer para mí también!
Un abrazo, y hasta la próxima historia...
Yo como ella también lloré detrás de la puerta. Gracias Marta por el conmovedor relato y por la bella manera de expresarlo.
ResponderEliminarSí, hay muchas puertas detrás de la cuales hemos de llorar. Las hubo, las habrá.
EliminarEn esta historia el llanto es de reconocimiento y conexión con el Otro, y de conciencia de quién se viene uno siendo.
Llorar repara, dicen. Yo por si acaso lloro todo lo que necesito.
Muchas gracias por tus palabras. El Blog es de los que lo leen.