11 de junio de 2019

FLUYENDO




“… y yo conocía la soledad:  desayuno con apuro para ir a ninguna parte. Pacer en el parque un domingo entre gente que lee por no hablar. Despertarse con una pesadilla y no tener a quién importunar con el relato. Escribir un mensaje -de amor, de odio- que rueda sin que alguien pueda ni deba enviarlo...”

Leonor esconde la boca en un pañuelo de papel. Es mi paciente hace años, le conozco ese gesto cuando está a punto de decirse algo que teme. La invito con un gesto -que conoce- a continuar.
“Nos pusimos a charlar en la parada del bus. Obviedades. Me di cuenta de que era inteligente y sensible y divertida. Le pedí el WhatsApp y la contacté el sábado. Tampoco tenía lo que hacer. Me invitó a comer a un lugar ruidoso, pero no me importó. La pizza regular, pero no me importó. El domingo amaneció lluvioso y chateamos. El lunes y martes no me atreví a llamarla. El miércoles me buscó ella. El viernes fuimos al cine, detestamos la película y desertamos rumbo a los mojitos de mi bar favorito. El sábado limpié la casa como nunca porque vendría a almorzar. El domingo me hice la ocupada, evité atosigarla. Esperaba la sesión de hoy para analizar cómo sigo…”
-Nada que analizar. Que siga fluyendo lo que está fluyendo.
-Quisiera no perder una amiga nueva.
-Parece que no se están perdiendo.



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