Va y viene. Recorre el consultorio en diagonales perfectas, enjaulado, enmarañándose la cabellera en un gesto que le conozco; discurseando a velocidad crucero mientras toma uno y otro vaso de agua.
Quedaron atrás sus cuentos de brida y jinete. Basta de remontar la orografía de los guiones o esos paseos por la sala de máquinas de sus novelas que tanto disfruté. De bronca viene a hablar.
Está harto. Harto de la excitación de su agente y del editor ante la salida del nuevo libro, idéntico frenesí como con los anteriores. Esta vez no consentirá tales cosas. No.
Odia cualquier mesa de novedades de cualquier librería. Detesta cada medio de comunicación (de extorsión, los llama) con listas de más vendidos o entrevistas a su persona; fobia a presentaciones y felicitaciones. Y a los aduladores.
Sobre todo, abomina la cursi feria del libro. El solo monto de sujetos que harán cola -por una dedicatoria o para asegurar que también ellos escribirán un best-seller en cuanto se desocupen- da vahído. Eso es lo peor. La fama es lo peor. Sí.
Vencido, derrapando en el sillón negro se quita los zapatos. Y las medias. Suspira, bosteza. Quizás retome las quejas por falta de hambre y fuerza para dormirse. O vuelva a lamentar que jamás alargo ni le aumento la cantidad de sesiones.
Hasta es posible que murmure “en estos momentos es cuando más la extraño”. Lo sé. Extraña a la mujer que lo quiso querer y él no pudo, a su hija que vive en otra ciudad, a la madre que murió hace veintitantos años. E incluso a una analista que le permitiera ovillarse entre sus brazos y quedarse allí por tiempo indeterminado. Sin embargo calla porque ya en su casa habló solo y gritó lo suficiente.
el ovillo...precioso
ResponderEliminarLa foto es preciosa. Y la elegí -con permiso de la fotógrafa- porque es el escenario perfecto de un personaje que va y viene, viene y va, aunque ovillarse es su mayor deseo.
EliminarQuerida.... seguís en la maratón, superándote a vos misma.
ResponderEliminarme encanta.
Muchas gracias, mi querida.
EliminarMe encanta seguir. Es un eficiente ejercicio para desalenatar al moho que pretende acampar en la imaginación.
Y se ha convertido en un puente como verás.