Cuando la conocí me fascinó. La doctora Brendel ya era una profesional encumbrada que por milagro o bondad me aceptó a pesar de mis entuertos. Hechizada quedé por esa voz y elegancia de sirena; y ante su biblioteca de bibliófila con primeras ediciones, documentos, incunables y tamaña cantidad de novelas que codiciaba en aquella época de bulimia literaria. Fue mi primer analista.
Hoy nos juntamos a desayunar en su cafetería favorita. No fue una sesión ni mucho menos; una charla informal entre señoras y colegas.
Yo lo propicié. Estoy ante una duda y la consideré mi interlocutora perfecta pues una mujer como ella –supuse- jamás sucumbiría a Internet ni a los artilugios que conlleva.
Mi duda es si proponerle a un paciente que se muda a Boston continuar el tratamiento por Skype tan frío tan distante. Se puede. O no. Depende. Yo lo propicié. Estoy ante una duda y la consideré mi interlocutora perfecta pues una mujer como ella –supuse- jamás sucumbiría a Internet ni a los artilugios que conlleva.
Lo estoy pensando –le comento a ella- pues deploro esa cibernización a ultranza y adherir a la liturgia digital con tal de mostrarme como una tipa moderna que afronta...
...no se ve al paciente –me interrumpió.
Momento. Un café.
Necesité otro café. Lo pedí a señas y mientras lo servían y quitaban los restos del desayuno, alcancé a darme cuenta: he invitado a la doctora Brendel porque ese hombre se va y no sé si es lo mejor para él. Tampoco sé si tengo derecho a craquelar sus ilusiones. Menos sé si de lejos lograré ayudarlo o acompañarlo en un proceso desgarrador (lo será) (suele serlo).
Necesité otro café. Lo pedí a señas y mientras lo servían y quitaban los restos del desayuno, alcancé a darme cuenta: he invitado a la doctora Brendel porque ese hombre se va y no sé si es lo mejor para él. Tampoco sé si tengo derecho a craquelar sus ilusiones. Menos sé si de lejos lograré ayudarlo o acompañarlo en un proceso desgarrador (lo será) (suele serlo).
Y también me di cuenta que en efecto solo con ella podía abordar el asunto; en su momento me mostró cuáles cosas trizar/bordar con los pacientes, y a la par enseñó a nunca estar muy segura de ello.
Nuestro encuentro llegaba a su fin, ambas teníamos gente citada. Pagué la cuenta, por supuesto. Al saludarnos con el afecto de siempre, me dijo: vi tu blog, lo sigo, y noté que no está firmado con tu nombre sino por una tal en trasbordo.
He hecho la misma pregunta,no hay nada mejor que el cara a cara.Ahi es donde se ven gestos,posturas que hablan por si solas.Por otro lado si el vinculo con el terapeuta es
ResponderEliminargenuino sirve y mucho a pesar de la distancia.
Gracias Marta por deleitarnos con tus historias.
Adriana Arslanian.
Más allá de que todas estas historias son producto de a imaginación, sin duda están teñidas de las fantasías y dudas propias. Y de los colegas que me han contactado después de leer el blog, para soltar preguntas y quejas y sinceramientos.
ResponderEliminarPienso como vos que habiendo una relación previa -me encantó que la llames genuina- seguir trabajando a la distancia es posible y funciona muy bien. Tiene su magia. Magia que me ha sorprendido por su intensidad. Y que me llevó a buscar nuevas formas de estar con y cerca de mis pacientes.
Gracias por tus palabras. Mis relatos intentan ser un puente.