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Ruso es el primo hermano
  de Rubén, crecieron amellizados: juntos las primeras cervezas, juntos a mirar tetas en el cine, a tocarlas. Se compraron a medias una moto y
  rifaron cuando le correspondía a cada cual; Ruso cedió casi todos los turnos,
  porque odia la velocidad, el barullo, la barahúnda en general. Cuando Ruso busca
  caricias, visita a Tati que no retacea. Tati sabe que lo va a lograr. Es
  decir, si Ruso junta un poco de lo poco que gana como violinista de
  casamiento, la llevará a Marruecos. Al menos, eso le prometió. Le gustaría
  también que la amase, que pasaran anudados no sólo una noche, pero eso él no
  lo tolera. 
Tati viene de Tatiana, nombre difícil de pronunciar para su hermanito y
  así surgió Tati. El hermanito ahora está en la cárcel por drogas y la llama
  Tania. Crio a sus hermanos porque la madre pasaba la mayor parte del
  tiempo deprimida, en la cama, y tras un larga internación regresó mejor aunque temblorosa.
  Pintora surrealista hace retratos a turistas en la peatonal. Conoció a Ruso
  en una fiesta. Lo llevó a su casa, le contó una sarta de mentiras sobre su
  pasado, lo deslumbró con sus cuadros, le enseñó la cicatriz del apéndice, le
  adiestró en sus poses preferidas.  
Rubén es psiquiatra como varios hombres de su familia, dos hijos, una ex implosiva. Cuando Rubén me consultó hace seis meses, acababa
  de comenzar una relación con Tati, -a espaldas de Ruso, por supuesto-. Ama a
  Tati desde que su primo se la presentó. Está dispuesto a luchar por ella,
  pero eso Tati no lo tolera: quiere jugar, un poco, sin consecuencias.  
-Cuando más temo lo que podría suceder, más me doy cuenta que estoy
  haciendo todo para que suceda. Y cuando más me doy cuenta lo que está
  sucediendo, más me niego a salir de esa situación –dijo Rubén en la
  primera entrevista. 
-Para qué- fue mi pregunta. Y nuestra tarea en este tiempo viene siendo desenredar
  la respuesta. | ||
 foto: Genoveva Ayala

 
 
Uf, estos tres están en un lío, cada cual cree tener el control de su circunstancia pero no es así. Y cuántas historias de tres existen, ¿verdad?Menos mal que tú nos lo cuentas con desenvoltura.
ResponderEliminarUn beso, Marta.
Querida Setefilla, sí, triángulos y triangulaciones y trianguletes es lo que abundan. Y se callan. Y se disfrazan. Y se teorizan.
ResponderEliminarEn este trío hay dolor, lo sepan o no, lo quieran o no. Con que uno empiece a tirar de la cuerda del darse cuenta esperemos que sirva para que lo demás logren -tomando tus palabras- tener control de su circunstancia.
Un beso, Marta