|
Morris se despertó con el sobresalto típico: no
sabía dónde estaba ni cómo llegó hasta allí. A su lado, durmiendo desnuda y enrollada
en el edredón, una pecosa melenita corta.
Encontró el jean y se encerró en el baño a
recapitular. Veamos: una fiesta de psicólogos, un grupo de chicas que bufonean
y coquetean sin ambages, y él optando por la pecosa (¿Mili, Bibi, Lily?). Luego
un rincón, una terraza, unos besos en la llovizna. Ella lo invita a la casa.
Bailan, cabriolean. Y sin demora lazar, calar, mordiscar, enzarzar.
Recién cuando bucea en su cintura acristalada se
da cuenta que ésta no es aquélla a la que amó y lo abandonó.
La pecosa prepara el desayuno. No hay mucho.
Improvisa. Es sábado y sigue lloviendo. Morris logra vestirse y se sienta en
la otra punta, del lado de la panera y la macetita de cilantro. El café, la
leche, revolver el azúcar con retardo.
- Dormiste muy agitado.
- ¿Yo? ¿Ah sí? No, no me di cuenta. Perdón,
espero no haberte molestado.
- No hay nada que perdonar – dice, se acerca, y le
apoya (suavidad extrema) la mano en la mejilla, sin mirar, sin mirarse.
Entonces Morris se larga a llorar. Y llora,
reteniéndole la mano, hasta que se le desestruja el pecho.
- Mirá Lily…
- …Vicky…
- ... sí, claro, Vicky. No sé. Yo no sé. No tengo idea. A lo que voy: es
que no sé ahora qué decir…
-…no digas nada. No lo necesito. No lo
necesitamos
|
14 de febrero de 2015
RECAPITULAR
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Que historia! Ideal para el día de los enamorados, que creo que es el día de los que son capaces de amar. Muchas gracias Marta, estoy solo y me hizo bien.
ResponderEliminarEl día de los enamorados es de todos lo que quieren amar, y los que pueden, y de los que no los dejaron, y de los que siguen buscando y de los que no encontrarán tan facilmente. Hay que seguir festejándolo. Y creyendo en el amor, por supuesto.
EliminarMuy Buena. Ademas da la casualidad que soy pecosa...
ResponderEliminarDicen que todas las pecosas necesitamos una historia de amor. Y nos las merecemos cada día más, aunque sea en una microficción como esta. Un abrazo!
EliminarExcelente, Marta, el contenido y la límpida y económica forma.
ResponderEliminarGuillermo, siempre se aprecia la mirada de un escritor sobre lo que uno se atreve a contar, sobre lo que uno se atreve a mostrar después de quitar y quitar hasta que las palabras no aceptan ni una más.
EliminarPara anónimo:
ResponderEliminarsomos capaces de amar, si nos dejamos, si dejamos que nos amen. Con esa capacidad nunca estaremos solos.// Soy yo la que te agradece, por cierto.
Ahora que pienso, el amor fugaz y la hoja del gyingo... eterno.
ResponderEliminarEl amor al viento, de viento. El gynkgo está ahí, sigue allí, mientras ellos van, vienen, retoman, desarman.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar