27 de noviembre de 2015

AL FIN




Al fin dijo.
Al fin llegué, dijo.
Se sentó en el piso, lejos de mí, apoyado en un cojín que quitó del sofá.
Al fin, repitió.

Ezequiel es parte de mi equipo de acompañantes terapéuticos. Hace cuatro meses sufrió un accidente: iba en el auto con dos amigas y su hermano menor al volante; corrían, derraparon en una curva, mordieron la banquina, dos trompos y volcaron al filo de un barranco. El hermano permanece aún internado, una de las chicas perderá el ojo derecho, la otra con traumatismos múltiples se está recuperando.
Ezequiel resultó ileso. Apenas unos hematomas, apenas cortes leves.
Se encerró en un cuarto del fondo con la gata y dejó de hablar. Así, mudo, salía de noche y regresaba sin dar explicaciones, y sin hablar sacaba comida de la cocina para comer solo, y sin hablar iba cada tanto a ver al hermano.
Me enteré de inmediato y ofrecí a su familia cualquier tipo de ayuda. No quisieron. Menos que visitase al internado. Ezequiel nunca activó el teléfono ni abrió la computadora. Un día, sin ser invitada, me acerqué a su casa y la madre aseguró que él dormía, que no iba a despertarle; dejé un sobre con un mensaje: “cuando quieras, donde quieras”.

Vino ayer a mi consultorio. Al fin, dijo Ezequiel. Y agregó: no se podía mencionar. Menos ante mi familia, menos mi familia. Mi hermano corría como un loco a pesar de que le pedimos que parara, le rogamos… Nos puso en peligro;  pudimos haber perdido la vida, todos, él también.
Al fin, repitió.
Me senté de la misma manera en el piso, dejando la distancia que impuso, que él necesitaba. Nos miramos. Nos sonreímos leve, levemente. En cierto momento señalé que tampoco se mencionaba que tiene derecho a no sentir culpa por haber salido indemne.



2 comentarios:

  1. Por qué la familia no habla. Tiene miedo ¿de qué tiene miedo?
    He vivido un accidente, sé lo que pasa...

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  2. Carlos, exclente pregunta.
    La familia parece protegerse de las inculpaciones, las culpas, las heridas infrigidas y por infrigir, de definir los lugares que a partir del choque ocupará cada uno, de las lealtades y de las lealtades a cuestionar, de los miedos aflorados.
    Si viviste un accidente, seguramente podrías más que nadie definir cuáles silenciamientos se instalan y qué palabras quedan prohibidas para siempre.

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