Al fin dijo.
Al fin llegué, dijo.
Se sentó en el piso, lejos de
mí, apoyado en un cojín que quitó del sofá.
Al fin, repitió.
Ezequiel es parte de mi equipo
de acompañantes terapéuticos. Hace cuatro meses sufrió un accidente: iba en
el auto con dos amigas y su hermano menor al volante; corrían, derraparon en
una curva, mordieron la banquina, dos trompos y volcaron al filo de un
barranco. El hermano permanece aún internado, una de las chicas perderá el
ojo derecho, la otra con traumatismos múltiples se está recuperando.
Ezequiel resultó ileso. Apenas unos hematomas, apenas cortes leves.
Se encerró en un cuarto del
fondo con la gata y dejó de hablar. Así, mudo, salía de noche y regresaba sin
dar explicaciones, y sin hablar sacaba comida de la cocina para comer solo, y
sin hablar iba cada tanto a ver al hermano.
Me enteré de inmediato y ofrecí
a su familia cualquier tipo de ayuda. No quisieron. Menos que visitase al
internado. Ezequiel nunca activó el teléfono ni abrió la computadora. Un día,
sin ser invitada, me acerqué a su casa y la madre aseguró que él dormía, que
no iba a despertarle; dejé un sobre con un mensaje: “cuando quieras, donde
quieras”.
Vino ayer a mi consultorio. Al
fin, dijo Ezequiel. Y agregó: no se podía mencionar. Menos ante mi familia,
menos mi familia. Mi hermano corría como un loco a pesar de que le pedimos
que parara, le rogamos… Nos puso en peligro;
pudimos haber perdido la vida, todos, él también.
Al fin, repitió.
Me senté de la misma manera en
el piso, dejando la distancia que impuso, que él necesitaba. Nos miramos. Nos
sonreímos leve, levemente. En cierto momento señalé que tampoco se mencionaba que tiene derecho a no sentir culpa por haber salido indemne.
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27 de noviembre de 2015
AL FIN
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Por qué la familia no habla. Tiene miedo ¿de qué tiene miedo?
ResponderEliminarHe vivido un accidente, sé lo que pasa...
Carlos, exclente pregunta.
ResponderEliminarLa familia parece protegerse de las inculpaciones, las culpas, las heridas infrigidas y por infrigir, de definir los lugares que a partir del choque ocupará cada uno, de las lealtades y de las lealtades a cuestionar, de los miedos aflorados.
Si viviste un accidente, seguramente podrías más que nadie definir cuáles silenciamientos se instalan y qué palabras quedan prohibidas para siempre.