A pesar
de todo el dolor en el mundo, ese domingo lluvioso se dio cuenta que después
de añares se había enamorado.
Él jamás la contactaría el lunes cuando la vida arranca y es difícil darse
tiempo para tener tiempo. Quizá el martes. Aunque el martes todavía el
orgullo, el nunca mostrarse ansioso sería de rigor.
Tamara
comenzó a esperar el miércoles, con el celular al alcance y la tableta
encendida incluso en la salida con amigas. A punto de dormir quiso llorar
pero se lo prohibió. El jueves amaneció cansada, con hilachas de los sueños
turbando; a los pacientes los atendió a piloto automático y en el almuerzo
picoteó una ensalada y dejó el postre -el que nunca dejaba- a medias. Lloró
en cuanto el crepúsculo.
Era
viernes. Ya era viernes. O recién era viernes y parecía un siglo, dos siglos.
Ni siquiera revisó los mails cada tanto. Cumplía años una colega: buen
momento para saturarse de ruido y mirar y ser vista. Soy atractiva, se dijo.
O al menos eso aseguran, se dijo, y ese tipo no merece que me pierda una
fiesta. Sin embargo continuó arrebujada en el sofá, videos y helado de litro.
El
sábado es jornada de compras, feria de usados, kilómetros de bicicleta. Se
exige cumplir con el programa, agria, sola. Telefonea a su madre y cuelga en
cuanto le aconseja pavadas. Tamara espera algún contacto que siendo la media
noche no llega.
Ese
domingo de sol, nubes en cabello de
ángel, Tamara a persianas bajas, lee,
o hace que lee, una novelita olvidable. A las once, casi las doce, sonó el
portero eléctrico. ¿Quién es? Soy yo. ¿Quién es yo? David. ¿David? Sí, David
¿puedo subir? Claro, claro... En tanto siete pisos el ascensor traquetea, ella
se peina, se quita la camiseta desleída, tira bajo la cama el desorden, se
enjuaga la boca, arma una sonrisa.
Hola
-trae flores- ¿puedo pasar? Al fin Tamara abrió la puerta y se dieron un beso
de timidez. Me aparecí directo, dijo él, porque el sábado pasado cuando te
negaste a que me quedase a dormir te pregunté cuándo volveríamos a vernos
dijiste “vemos, hablamos” y creí que me buscarías pero ante la falta de
noticias vine pues desde el primer momento que te conocí supe que me había
enamorado y no te lo confesé a tiempo.
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16 de noviembre de 2015
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Al fin amor correspondido, en estos tiempos aciagos. Gracias Marta, nos hacía falta.
ResponderEliminarSí, en estos tiempos en que casi se usa la palabra amor entre comillas, temerosos de que amar o ser amado y hablar de ello pueda ser entre cursi y poco creíble, en estos tiempo digo, es necesario volver a las historias de amor y con final feliz incluído.
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