Fue mi paciente
hace muchísimo. Dejó el tratamiento casi de inmediato. Aun así, de vez en cuando
toma un par de sesiones para revisar lo ya revisado. Ayer me llamó, muy
tarde.
-¿Es una
emergencia? –quise saber.
-¿Emergencia? De
alguna forma sí. Es el amor, el amor que viene galopando y que me ha colocado
en un tembladeral.
Después de
algunas relaciones parcas, bobas, artificiosas, devino la soledad. No iba a
resignarse, se dijo. Y un día, unos meses, unos años después, se dio cuenta
que sí, que se había resignado y deambulaba simulando esa sensación de que
nada iba a cambiar y que tampoco valía la pena cambiarlo.
-Así que
tembladeral…
-…nos conocimos
hace poquito, en casa de mi prima. Nos gustamos. Nos hablamos todos los días al
principio, después a cada rato. Imagínese solitarios enzarzados, encontrando
lo que ni sabían que había que buscar. Nos besamos hasta perder la razón, asaltamos
nuestros cuerpos deslucidos, hicimos el amor hasta la extenuación, hasta desvariar.
Y cuando todo parecía peligrar, cuando el miedo a perdernos afloró, decidimos
que era mejor estar juntos en todos los juntamientos. La llamo (perdón la
hora) porque estamos organizando una reunión, pequeña, para los que nos
conocieron cuando éramos quienes éramos: nomás para mostrarles como viene este
amor acaeciendo. De modo que es una emergencia en tanto tiene que ser ahora,
antes de que seamos lo que el amor nos está convirtiendo.
-¿Cuándo será ese
encuentro?
-Este sábado, a
la tardecita. Le mando la dirección.
-Allí estaré, sin
duda. ¿Qué llevo?
-Traiga a
quien la quiera bien.
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3 de julio de 2016
EMERGENCIA
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Muy buena historia. Abrazo
ResponderEliminarAy,la ilusión. El amor la pide, la exige, le falla a veces.
EliminarTuvo amores entonces, cuando no sabía que era capaz de resignarse. Ahora el tembladeral también exige ilusión,lo constituye.