6 de febrero de 2012

PAREJA EN SECRETO



Tres semanas atrás me contactó un colega. Extraño, nunca nos caímos bien; ni imaginé que tuviera el teléfono del consultorio. Mi hijo está sufriendo ¿podrías atenderlo? Por supuesto, contesté de inmediato. No podía negarme.
Tres semanas de la agenda recorrimos con el hijo para concertar un horario. Demasiado ocupado y con compromisos inamovibles; lo sentí poco disponible, de cierta inflexibilidad como el padre. Vendrá con su esposa y los espero en mi rincón favorito, junto a la ventana, mientras invento una historia y otros personajes para el Blog.

Llegaron puntuales. Un hombre atildado, porte severo. Ella más joven, ojos esquivos, pálida. Se sentaron en el sofá uno junto a otro; él en el borde del asiento y ella echada hacia atrás, casi a sus espaldas.
De inmediato comenzó a hablar lentamente, ensimismado. Nos cruzamos y me enamoré como loco, con un placer desconocido, una entrega que jamás; charlábamos sin parar de nosotros, salíamos a pescar, adoptamos un gato. Prometí que cuando estuviese listo la iría a buscar y esperó, claro que esperó; fueron un par de años hasta que logré dejar mi casa y separarme de mis hijas. Ella soñaba con una gran boda: le cumplí. No quiere embarazarse: acepto sin chistar. Y sin embargo.
Cuando él nota que estoy muy atenta a su mujer -que deja correr las lágrimas y ni amaga secárselas, tampoco asiente o niega- cambia de posición para mirarla y mirarla. Vi su compasión, y la aspereza de ella. Vi el intento de consolarla, y la dureza de ella. Reserva, distancia y la toxina del silencio.
Empantanados, es evidente. Y empantanamos porque, me temo, hemos arribado al secreto de uno, de ambos o de la pareja.Y si de eso se trata, se guardarán de revelarlo ahora mismo. Apenas me conocen.                               
Abrí la ventana. El aire es traslúcido, revoltoso; vuelan las cortinas imprimiendo arabescos de luz en las paredes. Simulo tomar unas notas para darles tiempo a que respiren. Así como en su momento hallaron el lenguaje del deseo, este dolor y esta piedad necesitan palabras nuevas. Quizás las encuentren en una próxima entrevista. Los espero.


foto: Rolf Rempel

2 comentarios:

  1. Chapeau! Un buen escritor dice mucho más con sus silencios que con sus palabras. Rodrigo (un seguidor todavía anónimo)

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    1. Amo los silencios. Como es sabido nada más cargado de sentido que el silencio, nada más plagado de alusiones. Y nada más temido: algunos intoxicados de silencio han sucumbido.
      Yo necesito los silencios de la literatura y los silencios en la consulta. Y si pienso en la palabra que tanto me gusta, tendría que acudir a otro tópico: cada palabra lleva su silencio a cuestas ¿si no qué sentido trendría?

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