9 de diciembre de 2012

SIN ATENUANTES


                                                     

                                      
Tres de la madrugada y esta congoja.
No es insomnio, debo entregar a primera hora el prólogo de mi nueva novela. Todo por mi maldita tendencia a corregir hasta la nausea y la maldita habilidad de mi editor para azuzarte.
Llegaré, no teman. A tiempo. 
Y preguntándome por qué a una psicoanalista se le ocurre entrometerse en turbadoras lidias narrativas, pues la novela arranca con una madre que relata en primera persona que acaba de morir el primogénito y ella no siente dolor sino rabia. Rabia sin atenuantes. E irá desgranando la propia historia y la de sus hijos y sus padres en el país que los acogió a pura evasiva, siempre con la rabia allí, intentando doblegarla. Intentando.

Hasta el momento concreté párrafos deshilados como este: 
  ...lo extaño. Quién no lo extrañaría. Palabras me rondan; olores, sobre todo olores. Roces. O una puerta que azotaba. Subiendo la escalera, sin saludar, para encerrarse con música a máximo volumen; un ojal que jamás le zurcí parapetada tras una ocupación intrascendente para no confesar que odiaba hacerlo, que la próxima vez, que alguna vez. Pero tengo que decirlo: no siento dolor, solo rabia. Y es tanta la rabia que cuesta extrañarlo...

O este otro:
  ...sé que madres dolientes hubo muchas. Hay. Ahora mismo. Madres que autobiografían su congoja. Padres igual. Poetas reconocidos o sujetos que contrataron un escribiente para convertir en artefacto literario lo incontable, han destinado su obra a hijos baldados, yertos, tullidos, desbordados, idos. Salí a leerlos porque los necesitaba y encontré textos temerosos de revelar que no pueden más, que se lloró suficiente; que lo escrito ya no importa, no les importa. Pero sobre la rabia ni una mención. 

Es en cuanto arribo a este punto que la congoja atenaza. Así desde la tarde, así desde ayer y anteayer, y temo que será hasta la publicación porque a esa rabia también me cuesta mencionarla.




4 comentarios:

  1. Historia dolorosa, si la hay. Considero que en efecto en el duelo hay rabia, y esa rabia (in)nombrable sacude al doliente.
    Decías en el comentario a la historia anterior que tus textos son productos de la imaginación, y es posible que este inicio de novela a la que haces alusión lo sea. En todo caso, invita a seguir leyendo.
    Te felicito por el blog, me gusta leerlo.

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  2. Marcelo: muchas gracias por tu lectura, muchas gracias por tus palabras.

    Mis textos son ficciones, siempre. Usé una supuesta novela en vías de publicarse para tocar la imbricación del dolor y la rabia ante la muerte de un ser amado. He acompañado a pacientes en el trance de cargar con la rabia ante el dolor y el dolor por la rabia, y coincido contigo que es un tema para entrar en puntas de pie.
    Una rabia satanizada, por cierto. Me ha asombrado los comentarios que recibí -lamentablemente en privado y no en el blog mismo- sobre este texto que denotan que existiría algo así como "lo debido" a la hora del duelo.

    Y en cuanto sea publicada mi próxima novela, te lo haré saber por supuesto. Su título es "Nada Menos". También toca aquello de rabias y dolores de los que es preciso hablar.

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  3. Bueno tu nerviosismo, es lógico.

    No temas, seguro que todo fue a pedir de boca. Felicidades, Un beso, Ann@

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  4. Mi querida:
    Gracias por tu aliento.
    Pero el texto, como siempre, es ficción.
    Hay una novela en puertas de salida, pero no es esta la situación, ni el texto, ni la historia.
    Cuando mi nueva novela salga, estaré seguramente muy ansiosa, pero nada de congoja.

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