1 de febrero de 2013

MARENKA





Denis en cada sesión semanal reitera sus dudas sobre el motivo de su divorcio; la mujer lo dejó tras una vida juntos, infelices pero juntos.

Denis apenas me ha referido su pasado; un par de historias del padre, el académico, el ajedrecista. Con Marenka, la madre, le costó relacionarse: sabe que fue una muchacha de Dolskoya, población a doscientos kilómetros de Praga, que en 1950 era como venir de otro continente. En la capital se hizo chica del Partido y se arrimó a un grupo que armaba puritos cosacos en noches de poesía. No volvió jamás a su pueblo. Dicen que Marenka tuvo un primer amor y que el hombre partió sin aviso; dicen que de esa relación nació un varoncito muerto y que ella no se permitió llorarlo o no quiso llorarlo sola. Dicen. Un secreto: problemas con la autoridades por divisas. Otro más: un hermano detenido por mercado negro. Conoció a Jan, becario despabilado de origen humilde, una luz del ajedrez. Se casaron y Marenka cuidó ancianos y atendió enfermos mientras él construía su carrera. Al año siguiente de nacer Denis se recibió de enfermera, y al otro salieron por siempre de Praga. 

Denis menos sabe qué sentía su madre por vivir en este país; recién accedió a retazos y medias verdades por cartas descubiertas en el batifondo del ropero cuando ella fallece después del marido -apenas semanas después. Estuvo en su entierro, claro que estuvo, pero es difícil recordar en qué mes, quiénes acudieron. Logró desocupar el departamento de sus viejos, ¿quién lo ayudó? La biblioteca donada a la Universidad, objetos de valor se guardarán para los nietos, en la caja fuerte algunas joyas ¿cuáles? Los dineros que Marenka escondía entre la ropa nunca aparecieron, las cuentas bancarias se vaciaron. El testimonio de la vida errante de sus padres cupo en dos bolsas, una caja y tres ordenes al Banco.

Denis trajo a la sesión de hoy -a mi pedido- las pocas fotografías que posee con su familia de origen. He ahí a Marenka de vestido azul a lunares cuello piqué almidonado y con esa vieja enorme cartera colgada del brazo mirando desafiante a la cámara; a su lado él, pequeño cejijunto al que ella toma de la mano. Lo toma de la mano con tal delicadeza que Denis grita cuando se lo señalo; grita el diminutivo con que lo despertaban y los sobrenombres burlones y cariñosos con que los padres se mimaron. El desgarro creció a medida que contemplábamos los retratos: niño paseado en pony, madre sentada en el malecón, padre comiendo uvas con gesto pícaro, los tres abrazados.

Denis acaba de irse; es posible que ahora logremos encarar sus dudas desde otra perspectiva. Por mi parte, he concluido mi día de consulta y urge repasar con mis hijos las fotos de familia. Que no se me olvide ni una.



 foto: Genoveva Ayala

4 comentarios:

  1. Preciosa historia. Y Denis que aprenda a tratar con el género femenino.

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    1. Patricia: muchas gracias por tus palabras.
      Dicen que es bueno pispear cómo se relaciona un hombre con su madre antes de darle cobijo o darle parte de la vida. Quizás no alcance, dicen otros.
      Al personaje de esta historia las fotos le gatillaron preguntas que, me temo, no sabía que podían formularse.

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  2. Marta,

    Retratas -a la perfección- cualquier situación cotidiana. ¡Maravilloso!

    Cuántas Marenkas por el mundo...

    Muy bueno, lo pongo en face. Bss, Ann@

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  3. Querida Anna:
    siempre estás ahí con tu aliento y esa forma de hacer correr la voz sobre las cosas que se andan gestando. Muchas gracias.

    Las historias, ya sabes, se cuentan solas: te dictan y una de escriba nomás las va tecleando.
    Y en esta historia en especial han sido las fotos, congelados de otros tantos relatos, las que han obrado de personeras de la memoria.

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