13 de diciembre de 2014

ENSAYO GENERAL






Se conocieron en la cola del cine, un domingo a la tarde. Los dos estaban solos. No se sentaron juntos, pero a la salida la invitó a tomar un té y ella consintió sin entusiasmo.
David, 49 años, comerciante. Estuvo enamorado los cinco años de noviazgo hasta que la chica le confesó que nunca lo había deseado; no reincidió. Anita, 53, filóloga; cursó varias relaciones pero nunca quiso/pudo concretar.
Tomaron el té. A la hora de la cena Anita se escabulló, no sin antes intercambiar los correos electrónicos respectivos. David esperó una semana y le propuso echar una mirada al cambio de estaciones. Caminaron sin premuras, se contaron de la vida lo que se cuenta en esos casos; hicieron el amor en casa de él, aunque ella había adelantado que no se quedaría a dormir.
Volvieron a encontrarse una y otra y otra vez. Ella tan frágil, tan aporcelanada que teme rozarla en demasía, reprime toda caricia contundente. Él, tan de palabras romas y de relatos intermitentes que Anita inquiere con moderación.
Todo octubre y parte de noviembre David usó las sesiones (a más de un par extras) para que lo ayudase a encontrar la forma. ¿Forma de qué? De las cosas simples que le tocaba hacer o nombrar. Asoman las Navidades y teme confesarle que se emborrachará y esconderá en la cama antes de la medianoche como en otras ocasiones; duda si pedirle que la pasen juntos para cocinarle y llenarla de regalos y tocarle en el piano una canción que alude a tanta cosa.
Fueron sesiones tipo ensayo general en las que David fue cincelando qué y cómo decir. Ensayo de réplicas a soportar y contrapropuestas al toque. Ensayo de hasta dónde en realidad estaba dispuesto a llegar y qué a la larga podría sostener.

Acabo de leer el WhatsApp de David: misión cumplida, aceptación inmediata de la propuesta mayor. Entiendo bien a qué se refiere: le propuso directamente casamiento, y ella esta vez no pospuso contestar.




2 comentarios:

  1. Lloré, porque así lo viví. Sin final feliz, lamentablemente. Porque mis dudas me paralizaron ni nadie me dijo qué debía hacer. Gracias Marta

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  2. La realidad, dicen, siempre copia a la ficción.
    Para arriesgarse hay que arriesgar, pasar por encima de las excusas antifaz de miedos y prejuicios; estar listo para recibir al otro incluyendo el no, el tal vez,el por ahora, el dame un tiempo, el tengo tanto miedo y tanta historia de dolor....
    Y viene bien tener con quién hablarlo para escucharse a sí mismo, que quizá no es mucho más que lo que le sucedió al personaje de esta historia.

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