Max pasará brevemente por esta ciudad a dar un concierto y aprovechará para obsequiar una partitura a quien fuera su maestro.
Le telefonea y contesta
Leonor. No, su padre no se encuentra/ sí, lástima, también de viaje/no, no le
importuna ir a recoger el regalo.
Un abrigo añoso, guantes con costuras a punto de
fenecer. Unos anteojos de sol en plena llovizna ocultan ojeras. Un saludo serio
y cerrado, suma de monosílabos. Negativa a tomar algo juntos. Así reseñaría Max ese su primer encuentro con Leonor.
Bípedo implume despeinado manos lacias charla
ligera en inglés impecable siendo rumano sonrisa abierta dientes conejo
invitación poco insistente a tomar algo. Tal la impresión de ella.
Leonor arrepentida esa misma tarde vuelve a
contactarlo. Quedaron en verse en el hall del hotel. Max se afiló la barba. Leonor
se presentó con tacazos. Compartieron té de menta, apenas media porción de pastel. Subieron al cuarto e hicieron el amor hasta
desvariar.
Desayunan juntos y Leonor lo acompaña al
aeropuerto. Ya en la cola de Lufthansa, él decide quedarse; reprograma el
calendario de recitales, comienza a tramitar su divorcio y promete que a la
larga vivirán donde les acolchone nieve y vejez.
Pero Max al año parte. La deja por razones
imprecisas. Leonor se dedica entonces al insomnio, al recuerdo y al atracón de
chocolate.
En esa época Leonor y yo trabajábamos en una
clínica siquiátrica; ella en cuanto podía me arrinconaba con su monólogo: pormenores del empalme y trabazón con Max. Hasta que un lunes,
atosigada, desesperada, la encerré conmigo en el lavadero y basta de rumiar ordené.
Basta, le grité.
Se calló, claro que se calló, y de inmediato ‑mientras le sostenía la frente- vomitó lo engullido desde la madrugada más un líquido turbio, bilioso y fétido.
Se calló, claro que se calló, y de inmediato ‑mientras le sostenía la frente- vomitó lo engullido desde la madrugada más un líquido turbio, bilioso y fétido.
A renglón seguido, sin prisa alguna, tras que se
enjuagara la boca, pintase ojos y adecentara melena, salimos juntas y orondas a
ocuparnos de nuestros pacientes.
Cuento esto que cuento porque Leonor con la nueva pareja acaba de tener
un hijo y me propone convertirme en madrina (secular) de
la criatura.
Será un placer, le aseguré. Será un honor.
Será un placer, le aseguré. Será un honor.
foto: Genoveva Ayala
que bella forma de contar una historia...
ResponderEliminarAna: muchas gracias.
ResponderEliminarDicen que el proceso del querer tiene sus vericuetos. Y la analista que cuenta tiene sus métodos que algunos (todos?) colegas criticarían. Por suerte la ficción permite fantasear con unos y sobrevolar las otras.
Marta, maravillosa historia. Me hizo llorar. Quién no fue Leonor vomitando alguna vez? Yo, un par. Hasta que alguien dijo basta, me agarró de un brazo y me alejó del lugar del dolor.Y qué bella cosa es la resiliencia.
ResponderEliminarLiria: muchas gracias.
EliminarSí, quién no se ha dado ese lujo.
Lástima que no siempre el lujo se acompaña con un basta/basta sosteniéndote la frente.
Como aclara el diccionario, resiliencia es la capacidad de sobreponerse a períodos de dolor emocional y traumas. Pero ya sabe uno que lo bello no es siempre lo posible.
Una historia muy bien narrada con el estilo propio de tu pluma. Amores que mueren legando la ausencia y los dolores propios hasta que el tiempo ofrenda la magia del olvido. Vomitar el dolor en un instante, es vaciarse de él para seguir transitando, para abrir las puertas al llamado de un nuevo amor o lo que fuera... Afortunados los que pueden entender, que lo que calla el alma, lo grita el cuerpo... Abrazos Marta
ResponderEliminarDiego: gracias por tus palabras.
EliminarVomitar literal o simbólicamente es muy recomendable ante intoxicaciones varias. Los personajes de esta historia quizás se empacharon con algo que podía terminar en forma tan fulminante como comenzó. Quizás, repito.
Dicen que en cuestiones de amor acallar, ocultar, bramar, son inseparables. Y no siempre se comprende o no todos quieren darse por enterados.
Marta: o yo estuve MUY distraído en mis primeras lecturas de tu blog, o vos hiciste "algo". Y este "algo" es fabuloso. Quiero decir: las primeras historias que leí, si bien me gustaron, me dieron la sensación de que tenían más o menos la misma traza estructural y, como te dije alguna vez, que eran oscuras, oscuras, oscuritas. Retomé mi lectura de vos desde "Poco más" para atrás, hasta "Tanteo", y no hubo relato que no me resultara impresionante. La trama en sí, pero también el modo es que está contado: un Tetris verbal, palabras, frases, imágenes, diálogos salen de la nada, conectados, desconectados, inconectables con lo anterior, pero terminan encastrando y formando un muro de angustia, sorpresa, identificación para quien lee. Algo cambió y no creo que haya sido solo mi percepción. Me alegor mucho y te felicito.
ResponderEliminarFernando: muchas gracias por la lectura en y a fondo, y por la forma de convertirla en esas palabras.
ResponderEliminarEl espacio del blog, estrecho con toda su literalidad, obliga a salto, apelmazamiento y broche. La continuidad empuja la sesera.
Mis pacientes -machaco- me enseñaron en la consulta. Ahora iré por ahí diciendo que el blog intenta llevarme de la mano en la ficción. Espero que mi próxima novela (sale en próxima fecha) muestre que me he dejado llevar.