27 de octubre de 2012

SIN DUDA




En los últimos días dejé de escribir mi blog, evitando narrar los sucesos. Me anegaron las dudas, eso pasó. Además, no supe hacer lo debido.

Todo comienza cuando un paciente (inteligente, obsesivo, solitario) utiliza una sesión completa para reprocharme que tras meses de tratamiento no percibe resultados. Argumenta que en cualquier rama de la salud se espera una cura rápida y palpable, en caso contrario es de rigor cambiar de estrategia: tal la forma en que los profesionales demuestran su idoneidad. Por ende, la ausencia de resultados ciertos, visibles, vivibles ‑remachó- ponía en cuestión mi supuesta experiencia.
Pude haber señalado que reclamar, reclamarme, indicaba un importante avance; que en vez de someterse como en tantas y  muy variadas ocasiones -engarzaría ejemplos concretos- lograra reconocer y defender lo que considera un derecho era signo de...
Preferí callarme, ya tendría tiempo de interpretar. Dejé que copara la sesión con sus quejas. Cuando llegó el final partió mascullando, saludó apenas.

De inmediato comencé a sentirme mal. Trabajé el resto de la mañana inquieta. Al mediodía llamé a Aarón solicitando una entrevista. Y esa misma noche comenzó el cerrojo de las dudas; intenté en vano desbrozar límites de limitaciones en la psicoterapia en general y de mi desempeño en especial. Repasé argumentos que esgrimo en clase o en la consulta, refrité teorías y experiencias. Nada. Nada consoló.
Insomne llegué al consultorio de Aarón, mi ex analista (amo su firmeza, templanza, discreción). No esperé a sentarme para llorar desesperada, incapaz de emitir frases coherentes dudo, dudo, no sirve y quizá no servirá nunca lo que hacemos, yo no sé y quizá no sepa nunca.
Aarón dejó que copara la sesión con mis dudas. Pero antes de irme, camino a la puerta, pasó su brazo sobre mis hombros y suave, suave, me dijo “es tu deber dudar”. 
Eso es lo que no supe hacer con mi paciente. 




2 comentarios:

  1. Marta,

    Bonita entrada que puede traspalarse a cualquier campo del saber y/o de las experiencias humanas.

    En mi caso narrativa-poesía, siempre tengo unos momentos de duda… Gustará, lo entenderán, me criticarán.

    Es normal, sin este sentimiento la vida sería tan fácil como aburrida. Saludos, Ann@

    PD. Te invito que visites mi última publi. Gracias,

    http://annagenoves2012.blogspot.com.es/2012/11/trasparente.html


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  2. Anna: siempre estás allí como lectora atenta, con tus comentarios, con tus críticas justas.
    Sí, dudar.
    Al menos en mi profesión se aprende muy tarde a darle un espacio útil a la duda. Por eso siempre acoto: ¡que mis primeros paciente me perdonen!: entonces creía que la dudas -propias, ante todo- estaban para acallarse.
    A dudar también en la escritura, por supuesto.

    Y muchas gracias por la invitación!

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