Quise pero no es el momento, Me han señalado en ocasiones
que se extraña en mi blog historias con remates felices, sin que
conlleven desesperación u olvidos. Quise escribir algo así pero no es el momento: acabo de regresar de un velatorio y necesito compartir esta historia.
Tony llegó a estudiar a nuestra ciudad aprovechando que su
abuelo -oculista jubilado y viudo- vivía en una casa enorme, un tanto taciturna
aunque de jardín inquieto y esmerado,
rosas, rododendros. Hombres solos; cada cual en lo suyo, en su cueva, alguna vez
comparten la cena sin charlas personales, pura amabilidad descafeinada. Tony consideraba que el viejo quizás acudiría
a Dios como se acude al médico: únicamente en caso de dolor o sangrado
intenso.
Llegó el momento en que el abuelo no pudo levantarse. Los
profesionales emitieron sus diagnósticos, se contrató a una enfermera.
Infaltable la parentela con sus zalemas y frases hechas, prometieron regresar y
nunca cumplieron. El nieto pasaba horas
a su lado, leyéndole y esperando que el viejo dijera, dijera algo.
Y una madrugada habló.
Era un ruego y una orden y una exigencia. Debía el nieto seguir simples
instrucciones que encontraría en un sobre en la caja fuerte y así,
como primer único imprescindible secreto, como un gesto de máxima piedad,
apurar el final.
Esa misma tarde Tony, amigo de mis hijos, pidió hablar
conmigo. Charlamos por horas. Tenía urgencia de llegar al asunto, asunto que consistía en decisión que debe y no sabe tomar. Se explayó en
los detalles; pasó de la angustia a la certeza, de la negativa a la ilusión, de comprender a fantasear huidas en diverso formato. Y por supuesto, ya transitadas las dudas, quiso saber qué le aconsejaba yo. También me
explayé.
Como anticipara acabo de regresar del velatorio. Fui con mis hijos y mi marido. Tony nos abrazó a uno por uno y cuando me tocó el turno en susurros le pregunté cómo se sentía. Aliviado, respondió. Aliviado.
foto: Rolf Rempel
Buenos días Marta, los psicólogos sois un bien social imprescindible, por lo que hay que cuidaros y mimaros por el bien colectivo y el buen funcionamento del conjunto.
ResponderEliminarYo, por lo pronto, te envío un beso.
Sete