14 de septiembre de 2013

APILANDO, DESCARTANDO




De una vieja amiga y colega con la que había perdido todo contacto, anoche recibí un mail que compartiré con ustedes. Por preservar su identidad la llamaremos Glenda y a la ciudad en que vive Toronto.

“Mi querida, tanto tiempo. Me mudé a Toronto, no te lo dije. Él murió, tampoco te lo dije. Cuando murió, siendo extranjeros, sin hijos, quedé tan sola, tan aturdida. Lo cuidé en la agonía sin medirme: era mi amor, mi primer amor; me había dedicado a amarlo y me sentía amada sin tapujos por él y de pronto era su viuda. Entré en un magma de tinieblas al que llegaban zumbidos, retazos de invocaciones que las personas me hacían. Encerrada a persianas bajas. Dejé de comer y dejé de poder llorar; extrañaba su desnudez, tortolear, nuestros arrebatos, su ira. Por incapaz de atender a mis pacientes, el hospital me concedió licencia. Así pasa vaya a saber cuánto tiempo hasta que logro estar de pie, tomar simples decisiones que incluyen darle un destino a sus libros, sus papeles, y a esos cachivaches que compró en los mercados que nos fascinaba recorrer. Encontré cosas extrañas, boletas, llaves, el programa de un crucero, una bufanda que no le conocía. Al principio voy apilando, descartando, y de a poco la búsqueda se hace tensa, tormentosa: paso a esculcar rincones imposibles, de su ropa reviso hasta los dobladillos. Desguazo una cómoda y un escritorio, mientras un hacker que contraté logra ingresar a su computadora. Y allí estaba. Estaba él con ella y una criatura. Y él con el mismo chico que empieza a caminar. Ella en la puerta de mi mercado favorito. Ella con el chico dormido en brazos sonriendo a la cámara. Y él con el chico de la mano mirando de reojo a la cámara. Así, gestos, cientos de gestos a la cámara. Literalmente cientos...  Ya ves, pasó todo eso y no te lo dije porque ni sabía cómo, menos escribirlo. Me mudé. Hace un par de meses vivo en Toronto, conseguí un ático digno y una plaza en un sanatorio. Recién empiezo a conocer gente, y cuando me preguntan por mi estado civil digo que soy soltera... En fin, querida amiga, espero que volvamos a contactarnos tan seguido como solíamos. Un beso y un abrazo, Glenda.”


foto: Genoveva Ayala

4 comentarios:

  1. Un e-mail de telenovela; sumamente entretenido y cargado de picos emocionales. Agradezco a la receptora que lo compartiera.
    Es un placer leerte.

    Saludos, Marta.

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  2. Es un placer tu lectura.
    La ficción permite que hasta los e-mail puedan saltimbanquear como en una telenovela. Quien lo recibió -una colega atrevida- se lanzó a compartirlo: no sabremos nunca qué opinaría aquella que llamamos Glenda.
    Hasta pronto, Setefilla!

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  3. Este relato me ha tocado el alma. En parte porque lo vivo, en parte porque creo que muchas personas -hasta ahora, mayoritariamente varones- tenían una doble vida, que su media naranja, desconocía...

    Mu gustó muchísimo. Besos, Anna

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  4. Este relato me ha tocado el alma. En parte porque lo vivo, en parte porque creo que muchas personas -hasta ahora, mayoritariamente varones- tenían una doble vida, que su media naranja, desconocía...

    Mu gustó muchísimo. Besos, Anna

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