-Siento
lo de ayer.
-No es
necesario que te disculpes...
-...yo
no quise...
-...Iván,
entendí que era difícil.
-¿Podría ir a verte un día de estos al consultorio?
-¡Con
mucho gusto!
Iván perteneció a mi equipo hace años. Un chico amable, entusiasta, luchador; formaba parte de una hornada de colegas jóvenes, tolerando las exigencias de trabajar como acompañantes terapéuticos y soñando con ser analistas en el futuro. De un momento a otro Iván avisa que deja el grupo, que renuncia a la psicología, que la detesta. Por supuesto ni pedí ni dio explicaciones. No tuve otras noticias de él.
Ayer nos
encontramos de casualidad y lo invité a tomar un café en esa misma cuadra.
Aceptó sonriendo. Una sonrisa helada.
Después
del intercambio de comentarios superficiales, le pregunté si en efecto había
abandonado la profesión. Sí, la dejó aunque continuó soñando con ser analista.
Y luego, como si fuere una historia de otro, una historia desgastada, relata
que la época en que perteneció al equipo se enamoró –loca, locamente, y por
primera vez en mi vida, dijo- de una muchacha. Todo de ella le encantaba,
incluyendo a sus padres: intelectuales de renombre, amantes de la naturaleza,
generosos; lo acogieron, pasó a formar parte de esa casa, disfrutó vacaciones conjuntas. En uno de esos viajes, el padre, personaje gallardo y carismático, una
tarde en que Iván no se arrimó a la playa con los demás, intentó manosearlo.
-Me
encerró pero me defendí y logré sacármelo de encima ‑enfatizó Iván.
Al
momento Iván revela lo sucedido y sin obviar detalles a su novia y ésta
reacciona con frialdad. También se lo cuenta a su suegra que lo tacha de
fabulador.
La novia
se decretó confusa, dejaron de verse; los padres de ella le quitaron el saludo;
amigos en común prefirieron no involucrarse, hasta algunos miembros de su
propia familia se mostraron reticentes.
Me
convertí en el apestado- musitó Iván.
Amagué
tomarle la mano pero no lo permitió. Estaba llorando, avergonzado, y en el
intento de esconder la cara tiró una taza de café, más un vaso de jugo que se
derramó en mi falda. A pesar de insistir en cuán poco me importaba la mancha, se
levantó de forma intempestiva, pagó en la caja y salió casi corriendo, sin
darse vuelta.
Muchas Gracias Marta por este relato. Se puede construir un semblante de Iván por la espesura de significados de todo lo que no es dicho. Muy sugestiva la discreción excusatoria de la cronista, por supuesto, a ella tampoco le pediremos explicaciones.
ResponderEliminarSaludos, desde El Chaltén, marcelo
Marcelo: soy yo la que agradece.
ResponderEliminarIván allá y entonces cuando joven y entusiasta tal vez creyó en que aquello que estaba a la vista, que lo verbalizado, era suficiente, esperanzador al menos.
Acercarse a su historia obligaba a silencios, a lo sumo insinuaciones. Y la analista que la narra me temo que ni siquiera sabría dar explicaciones.
Iván tiene conflictos interiores que tiene que resolver. Imagino la cara que se le debió quedar a su interlocutora también esta vez en que, -si bien ha revelado el porqué-, huye de nuevo. Ay, pobre muchacho, me hubiese gustado tanto que se quedara...
ResponderEliminarMe ha encantado también este relato, gracias.
Un saludo
Sete
Muchas gracias Setefilla por tus palabras.
ResponderEliminarIván tiene que buscar, repensar y resolver. Por suerte, a pesar que no soportó seguir escuchándose relatar la historia vivida, al día siguiente (así arranca la narración)la llama a la analista para continuar algo que comenzó a desanudar..Un abrazo, Marta.
..quizás, a lo largo y ancho de nuestra vida hemos de encontrarnos con situaciones difíciles de manejar.De como gestionemos esos escollos del camino depende nuestra estabilidad, nuestro equilibrio y nuestra paz interior. Aunque yo no soy la especialista, solo un caminante mas...
ResponderEliminarMarta,es un honor estar en contacto contigo y de alguna manera, ser invitada a las reflexiones de tus experiencias.
ResponderEliminarQuerida Ana! El honor es mío, saber que me acompañas en estas lides me da fuerza para seguir inventando estos relatos. Son pura ficción, pero s
ResponderEliminarseguramente traen el decantado de tanto que me han enseñado mis pacientes. Como vos he transitado esos caminos improvisando, confiando en que lo que traemos sea suficiente. Un abrazo y hasta la próxima historia...