Hace tiempo pidieron una sesión que luego
cancelaron. Ayer, en cambio, acuden y puntuales. Milly, 19 años. Cora, 37. Goyo, 41.
Se desparraman en el consultorio lejos uno del otro, cuán lejos permitió el mobiliario. No bien se sentaron, toma la palabra
Cora.
-La vez pasada no vinimos, no pude. Fue culpa mía,
yo cancelé, y hoy también me costaba venir. Pero si no veníamos a la
psicóloga no me iba a animar. Es que hace mucho, ¡muchísimo!, tendríamos que haber hablado de
algo en esta familia… Se trata de un secreto… - Cora se muerde los labios.
Silencio.
Goyo se reacomoda en el sillón y dice:
-En realidad se trata de una deuda que tenemos con Milly.
Cuando conocí a Cora, a Corita, éramos muy jóvenes y muy ingenuos y la quise
desde el primer segundo, y aunque ella estaba embarazada de su novio…
-…no era mi novio…
-…lo que fuere, un amigo, una aventura, a mí jamás me
importó y desde entonces vivimos juntos y después nos casamos, y aunque ni estaba muy de acuerdo le prometí a Cora que nunca le diríamos nada a la nena
hasta que tuviera dieciocho. No sé, quizá, quizá no debiera, pero considero que
Milly es mía de alguna forma…
Silencio
Milly abraza sus rodillas hundiendo la cara entre los
brazos. No llora. Cora hace un amago de ir hacia ella, Goyo se lo impide con
un gesto. Nunca se miran entre sí. Permanezco atenta a Milly: está esperando,
es la que más espera.
Silencio.
Y al fin Milly se incorpora. Camina hacia Goyo y se
sienta a su lado sin rozarlo.
-Ya lo sabía –dice Milly.
Silencio.
-Ya lo sabía desde que tengo trece. Catorce, casi. En
un veraneo con mis abuelos, mi abuelita, que odia a Goyo, me dijo “ése ni
siquiera es tu padre”. Yo era pendex pero entendí. Me juré que no iba a
contar nada. A nadie. Ni a mis amigas. Era mi secreto. No me mires así, mamá:
era mi secreto. No dije nada por Goyo. Por respeto a él. Porque es el padre
que tengo. Es el padre que yo elegí tener. Ya está. Me parece que no hay que
darle tantas vueltas al asunto.
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foto: Rolf Rempel
Martha: me pregunto si en verdad las historias como tú dices no son vividas en tu vida de profesional de la psicología. Esta historia toca mi vida pues adopté a un chico de mi ex pareja pero sigue siiendo mi hijo y sus hijos mis nietos, y nunca jamás me arrepentí. Un abrazo, Jaime.
ResponderEliminarEn mi consultorio se han escuchado todo tipo de historias, de ansiedades, de mentiras sin disfraces, de secretos revelados, y tantas otra cosas que podrían conformar una historia para este blog. Sin embargo, me atengo rigurosamente a la ficción: respeto a los que han confiado en que que podían confiar en mí.
ResponderEliminarEn cuanto a tu papel de padre y abuelo, no puedo decir más que admiro tu capacidad de querer, y de hacer de ese querer un vínculo solidario y permanente.
Un abrazo!