|
Se conocieron en la cola del cine, un domingo a la tarde.
Los dos estaban solos. No se sentaron juntos, pero a la salida la invitó a
tomar un té y ella consintió sin entusiasmo.
David, 49 años, comerciante. Estuvo enamorado los cinco
años de noviazgo hasta que la chica le confesó que nunca lo había deseado; no
reincidió. Anita, 53, filóloga; cursó varias relaciones pero nunca quiso/pudo
concretar.
Tomaron el té. A la hora de la cena Anita se escabulló,
no sin antes intercambiar los correos electrónicos respectivos. David esperó
una semana y le propuso echar una mirada al cambio de estaciones. Caminaron
sin premuras, se contaron de la vida lo que se cuenta en esos casos; hicieron
el amor en casa de él, aunque ella había adelantado que no se quedaría a
dormir.
Volvieron a encontrarse una y otra y otra vez. Ella tan
frágil, tan aporcelanada que teme rozarla en demasía, reprime toda caricia
contundente. Él, tan de palabras romas y de relatos intermitentes que Anita
inquiere con moderación.
Todo octubre y parte de noviembre David usó las
sesiones (a más de un par extras) para que lo ayudase a encontrar la forma.
¿Forma de qué? De las cosas simples que le tocaba hacer o nombrar. Asoman las
Navidades y teme confesarle que se emborrachará y esconderá en la cama antes
de la medianoche como en otras ocasiones; duda si pedirle que la pasen juntos
para cocinarle y llenarla de regalos y tocarle en el piano una canción que
alude a tanta cosa.
Fueron sesiones tipo ensayo general en las que David
fue cincelando qué y cómo decir. Ensayo de réplicas a soportar y contrapropuestas
al toque. Ensayo de hasta dónde en realidad estaba dispuesto a llegar y qué a
la larga podría sostener.
Acabo de leer el WhatsApp de David: misión cumplida, aceptación inmediata de
la propuesta mayor. Entiendo bien a qué se refiere: le propuso
directamente casamiento, y ella esta vez no pospuso contestar.
|
13 de diciembre de 2014
ENSAYO GENERAL
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Lloré, porque así lo viví. Sin final feliz, lamentablemente. Porque mis dudas me paralizaron ni nadie me dijo qué debía hacer. Gracias Marta
ResponderEliminarLa realidad, dicen, siempre copia a la ficción.
ResponderEliminarPara arriesgarse hay que arriesgar, pasar por encima de las excusas antifaz de miedos y prejuicios; estar listo para recibir al otro incluyendo el no, el tal vez,el por ahora, el dame un tiempo, el tengo tanto miedo y tanta historia de dolor....
Y viene bien tener con quién hablarlo para escucharse a sí mismo, que quizá no es mucho más que lo que le sucedió al personaje de esta historia.