Quizá lo engaña.
La sensación –no más que una sensación, después de todo- es que Viviana está lejos, no le quiere ni se acurruca como antes.
Ella es
dadivosa. Cuando él se sumió en las dudas sobre su talento, Viviana se volcó a
contenerlo y darle alas. Cuando no supo a ciencia cierta cuál era su identidad
sexual, ella, a pesar del dolor, lo acompañó en la búsqueda y confirmación. Ella aceptó que fuesen una pareja sin
convivencia. Ante su temor a un embarazo, Viviana ofreció todas las
garantías. Y cuando él quiso dedicarse exclusivamente a escribir, ella le
ofreció mantenerlo hasta que la novela se publicara. Ella lo es todo para él.
Sin embargo. La
sensación de engaño se agiganta. Mensajes, llamados. A veces ella no contesta
pero él sabe que está dando consulta o simplemente durmiendo.
Un jueves por la
noche se apostó, semi camuflado, en la vereda de enfrente. Horas. Y recién en
plena la madrugada la vio. Venía cascabeleando. Abrazada con un tipo como
nunca lo abraza a él. Dejándose acariciar como a él jamás se le ocurriría
manosear en plena calle. Entraron juntos a casa de Viviana, riendo, riendo.
El sábado la
invitó a cenar. Ella radiante con un vestido que parecía nuevo, o quizá era
el peinado. Él fantaseando un fin de semana en laguna frondosa con pescado
asado en la penumbra, manos entrelazadas. Arrebolados. Ella lo es todo para él.
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27 de mayo de 2015
ARREBOLADOS
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