27 de mayo de 2015

ARREBOLADOS























Quizá lo engaña. La sensación –no más que una sensación, después de todo- es que Viviana está lejos, no le quiere ni se acurruca como antes.
Ella es dadivosa. Cuando él se sumió en las dudas sobre su talento, Viviana se volcó a contenerlo y darle alas. Cuando no supo a ciencia cierta cuál era su identidad sexual, ella, a pesar del dolor, lo acompañó en la búsqueda y confirmación. Ella aceptó que fuesen una pareja sin convivencia. Ante su temor a un embarazo, Viviana ofreció todas las garantías. Y cuando él quiso dedicarse exclusivamente a escribir, ella le ofreció mantenerlo hasta que la novela se publicara. Ella lo es todo para él.
Sin embargo. La sensación de engaño se agiganta. Mensajes, llamados. A veces ella no contesta pero él sabe que está dando consulta o simplemente durmiendo.

Un jueves por la noche se apostó, semi camuflado, en la vereda de enfrente. Horas. Y recién en plena la madrugada la vio. Venía cascabeleando. Abrazada con un tipo como nunca lo abraza a él. Dejándose acariciar como a él jamás se le ocurriría manosear en plena calle. Entraron juntos a casa de Viviana, riendo, riendo.
El sábado la invitó a cenar. Ella radiante con un vestido que parecía nuevo, o quizá era el peinado. Él fantaseando un fin de semana en laguna frondosa con pescado asado en la penumbra, manos entrelazadas. Arrebolados. Ella lo es todo para él.



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