La nuestra era, sigue siendo, una relación profesional. Así lo considero, aunque participé en su principesca boda y a pesar de aquel episodio que luego nos acercó por un momento, solo un momento.
Ocho de la mañana y amaga llover. No toca el timbre, golpea la puerta. Abro. Viene llorando (no, no llora, intenta llorar). Castañetea. Duda dónde sentarse y la invito a recostarse en el sofá. Busco una manta ligera y cubro sus brazos que cruzó blindado el pecho. Le sirvo un café que dejará enfriar.
Espero. Ni la miro. Me concentro en las nubes revoltosas. Ya calmada se pone de pie. Se quita –rubor- el saquito y un pulóver. Y en cámara lenta se levanta la blusa y expone la espalda. Dos afilados moretones, anguilas azulmoradas y paralelas, atraviesan su cintura.
Cuándo fue, pregunto. Anoche, contesta. Quién fue, pregunto aunque lo imagino. Silencio. ¿Hiciste una denuncia? Niega con una mueca de miedo (no, no es miedo, es asco).
De inmediato telefoneo a mi amiga abogada; sé donde encontrarla a esas horas ‑desayunando en la cama- y la pongo al tanto de las circunstancias. Pide hablar directo con Cynthia. Y en cuanto Cynthia se dispone a narrarle los hechos me retiro a la cocina. Mi café también se ha enfriado.
De común acuerdo cancelamos las supervisiones por un tiempo, hasta que se recompusiera. De hecho no volví a verla. Pero desde entonces, al menos una vez al mes dejó un saludo, una palabra de afecto, a los que fue agregando: estoy mejor, estoy bien. Y con estoy muy bien concluye el mensaje que acabo de recibir.
que honor tenerte como terapeuta, me encantaría
ResponderEliminarMuchas gracias.
EliminarSeguramente sería también un honor tenerte como paciente.
Será cosa de hacer la prueba...
Pregunto: Es necesario hacer una denuncia siempre
ResponderEliminarAnte la violencia física y/o psíquica: tolerancia cero.
ResponderEliminarY si para eso hay que hacer una denuncia, habrá que hacerla.
Y la hará quien esté en condiciones, que no siempre es la víctima.
No hay lugar para la indiferencia..