21 de marzo de 2012

ACASO TURÍN






Raúl instaló su consultorio justo frente al mío. Entre paciente y paciente tomamos un café, charlamos. Con ese optimismo envidiable e irrompible además narra historias, tal vez apócrifas y qué importa.
Me encanta preguntarle, me encanta escucharlas.
Cuando quise averiguar cómo eligió este oficio que nos une, culpa de Turín respondió. Y se dispuso a contar una crónica que principia en una mudanza. Tenía dieciocho años cuando arriba con sus padres al nuevo domicilio y los antiguos inquilinos empacan aún; al instante lo hechiza la menor de esa familia que partía a radicarse en Turín.
Jamás la contactó, pero en cuanto lo permiten sus ahorros vuela a buscarla. Serpentea por la ciudad –cuenta apenas con el nombre y la memoria de una cola de caballo- tentando al azar; cree avistarla en un callejón, persigue a una equivocada.
Pasan los días, mengua el dinero, se rinde. A punto de salir rumbo al aeropuerto, por comprar un souvenir se asoma a una chocolatería cercana al hotel y allí está. Allí, tras el mostrador.
-¿Y entonces?
-Me quedé. Pero al año y medio la aventura terminó. Y volví, feliz.
Su madre, adicta al diván, le insiste en que debería “elaborar la experiencia”, y él, refunfuñando, aceptó unas entrevistas con un joven analista de moda. Que el chocolate y Turín tienen su límite, que aprendió como en el amor-con sus afanes y venturas- realidad dista de fantasía, y que disfrutaba el presente: en todo eso insistía Raúl. El analista insistía en silencios engolados y palabras enigmáticas.
-¿Y entonces?
-Un día te avivás. Me di cuenta que a ese tipo lo asustaba mi alegría. Y lo asustaba porque en su sicogrupete cualquier alegría es sospechosa.
Así fue como Raúl decidió su oficio, dispuesto a contribuir a que las personas si desconocen la alegría al menos no teman encontrarla.  




foto: Genoveva Ayala

2 comentarios:

  1. Hola Marta!
    Me gusta esta historia, nunca sabemos adonde puede llevarnos la alegría. Me gustaria saber como elegiste tu oficio.

    Alicia.

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  2. Qué pregunta!
    La primera dificultad está en que los mismos analistas dicen que uno no "elige" en sentido estricto.
    Además, dicen, que en nuestro oficio -quizás en todos- la elección viene desde el dolor y el amor. Obviamente, será la proporción de estos elementos lo que caracterizará a cada profesional.
    Si fueran ciertas estas hipótesis, las cantidades de amor en el sentido más amplio y de dolor en todas sus variantes que me hicieron elegir (entre comillas) ser analista, y que -supongo- me constituyen como tal, quizá lo vaya/mos descubriendo en las historias de este blog.
    Son ficción, no las uso para confesarme, pero al menos dejan a la vista algunos de mis pareceres.

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