30 de marzo de 2012

LO SÉ






Lo sabe, pero no quiere saber. Mario Ojeda fue mi paciente en el hospital; lo atendí unas cuantas (pocas) entrevistas.
Imaginemos que abjuró porque sabía y no quería saberlo. O temió que yo -neófita- sería incapaz de tripular el desasosiego e ignoraba que identidad es proceso.
Ya cargaba Mario Ojeda con ser hijo de esa madre soltera para que al término de la primaria se lo revelasen. Después de buscar vanamente un embarazo en relaciones pasajeras, ella inicia los trámites de adopción. Convalidada esa indecible dosis de requisitos -un amigo simula ser la pareja de hecho- se sintió en la“dulce espera”: forró un álbum fotográfico y en la carátula consigna para mi niñito que esperamos con tanta ilusión firmado tus padres.
Recibe una citación del Juzgado. Prometen una criatura. Cuando va a recogerla le anuncian que surgió un problema y que quizás, quizás, la próxima. Decidió de inmediato buscar en la línea clandestina, cero explicación, ningún estampillado.
Entonces Villazón.
En Villazón el cuñado regenteaba un galpón con gigantescos montículos de prendas segunda mano. Un sábado, cuando iba a bajar la persiana, percibe un gemido. Creyó que era un gatito, comenzó a buscarlo y he ahí, en el desparramo de zapatillas, un recién nacido enclenque envuelto cual bicho canasto con un blusón y una manta a medio tejer. Lo llevó al farmacéutico que lo revisa, limpia y le da agua azucarada con una pipeta.
La madre de Mario tardó dos días más dos ómnibus en llegar.
Consiguió al crío y se mató trabajando. Trajinó en esa oficina imposible el aserradero una agencia de viajes estudió y dejó y probó otra carrera que tampoco el nene durmió tomó la leche comió papilla carne arroz escupió la acelga se quedó en el colegio sin llorar mordió a una nena escribió su nombre dibujó una familia de monigotes y oyó un crónica adulterada sobre su origen.  

El nombre Mario Ojeda lo inventé. 
La historia puede que esté enmascarada. 
Fidedigno es que supo pero no quería saber.



foto: Genoveva Ayala

2 comentarios:

  1. Como ha quedado demostrado en este relato, de forma magistral, muchas veces las "comas" sobran.
    Vuelvo a demostrar que no soy un robot para dejar este mensaje.

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  2. Querido Rodrigo:
    tenerte de lector es un privilegio. Que no seas un robot es parte del placer.
    Las comas sobran, a veces.
    O pueden sobrar siempre si uno respira con el texto y deja que los signos de puntuación se los lleve el vendaval el olvido las excusas varias que todo escribidor merece.

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