15 de junio de 2012

ESCONDIDAS





Nunca había tiempo para charlar en la clínica psiquiátrica. No suele haber. En la larga jornada las actividades se empalman se enredan, el café bebido en tránsito por los pasillos.
A las mujeres sólo nos quedaba el baño para darnos aliento ¡lo necesitábamos! Celeste era auxiliar de enfermería, y en ocasiones logramos apretujarnos en ese bañito saturado de desodorante. A escondidas se fumaba. Y rodaban las confidencias pero yo –ay, atorniqueteada aún al Verbo y verba de mis maestros- me privé de hacerlas.

Celeste procedía de un hogar rigorista y penitente con varias generaciones conviviendo. Sola hizo los deberes y se inscribió en un curso de enfermería que interrumpe a punto de finiquitar. Pocos pretendientes, ninguno potable; allá y entonces un amor platónico huidizo. Demasiado vulnerable y mohína para cumplir con la expectativa paterna de buscar nuevos horizontes.
-¿Qué horizontes? –la animé a continuar.
El padre apostaba a un matrimonio que la catapultase a la buenaventura. Un comerciante asentado, un profesional, un empresario en expansión: en el país o en Katmandú. Salir, salir del destino. Sin embargo, seguía Celeste a pasos de donde su madre era empleada eterna de la panadería.
-Pero mi hermanita sí salió. Pero salió tanto que ya no puede volver. Empezó a soñar con ser modelo. Famosa, sabés. Muy famosa. Y no sé como terminó apareciendo casi desnuda en revistuchas; una de esas chicas que se ofrecen como pantalla de celular. ¿Las viste? Sin corpiño, mi hermanita sin corpiño.
-¿Y tu mamá qué esperaba?
Feliz, eso espera cualquier madre que una sea. La señora cuando vislumbró lo que sucedía supo callar, y por si al fin las hijas decidían asentarse les repartió por anticipado su único juego de copas finas. 

Un día llegué a la Clínica y Celeste había renunciado. Se fue. De inmediato. Sin vueltas. No supe más de ella.
Tengo la ilusión de que lea este blog, se reconozca en este relato aunque he enmascarado su nombre, y se comunique conmigo. 
Ya no fumo, a cambio ahora estoy disponible para  intercambiar confidencias.


foto: Alcauciles de Rolf Rempel

6 comentarios:

  1. Me gustó el gesto materno de repartir sus copas finas por anticipado. Emotiva historia y una forma de narrar que me cautiva. Celeste es como esos personajes femeninos que pueblan las novelas de Kundera, tan a ras de suelo, tan vulnerables y a la vez tan difusos.
    Imagino que "potable" se refiere a un pretendiente con cierta solvencia económica.
    Un detalle práctico. Al menos a mí me cuesta un poco leer con este fondo gris oscuro.

    Un abrazo, Marta.

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  2. Jorge: gracias por tus palabras y sugerencias.
    Admiro la obra de Kundera, de modo que tu asociación es un cumplido mayor.
    A mí también me gustó esa madre: repartió por igual a las hijas portasen o no el corpiño en su lugar. Y el padre cumplió su papel de empujador por más endebles/cuestionables que fueran sus expectativas.
    En cuanto a la potabilidad de los candidatos, es otra de las cuestiones que la narradora -encorsetada entonces- no se atrevió averiguar.

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  3. Me encantó la evocación:El clima de la Clínica, del trabajo a los 30, donde no había tiempo para nada, pero uno se lo hacía. En esa época todo se podía, después fue llegando la sabiduría. El lujo de fumar "a cielo abierto", el lujo de haber podido dejar de hacerlo. Las confidencias verbalizadas o simplemente...ahí. Los amores, que no eran cosas solamente de hombres. Y finalmente esta Celeste, a quien todos quisiéramos volver a encontrar.
    Felicitaciones y cariños
    Darío

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  4. Darío: gracias por tu deliciosa evocación.
    Sí, teníamos 30 o ni eso, y el deseo circulaba más veloz que las palabras. Magia hacíamos para creer en lo que hacíamos.
    Por suerte llegó el sosiego; trajo el reconocimiento de las otredades, de nuestras torpezas.
    También yo dejé de fumar y por suerte aprendí a atesorar las confidencias. Comenzando por las propias.
    Lujos de la ficción: Celestes a reencontrar y sintonía con la narradora porque desabulonarse del Verbo lleva casi una vida.

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  5. En todo el blog los relatos son muy interesantes porque plantean una serie de situaciones de lo cotidiano, sin serlo. El hilo conductor es siempre lo que todo sujeto padece a la hora de la angustia y como lo resuelven, o no porque simplemente no se lo permiten. En Escondidas,el planteo es en un lenguaje claro y lineal con un disparador escondido.

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  6. María, dejaste en varios relatos del blog un comentario: muchas gracias por cada uno de ellos.
    En cada historia la vida de los pacientes y la vida de los analistas se anudan de alguna forma; se buscan y a veces logran encontrarse, pueden con la angustia o no saben qué hacer con ella. En este relato, en efecto hay mucho escondido incluyendo las confidencias que la narradora amenaza con contar y ya venimos viendo que nunca cuenta.

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