19 de junio de 2012

TARDE SIEMPRE






Psicoanalista. Cada tanto Moncho asegura que ya no lo es, si bien sus colegas hacemos caso omiso al anuncio. Retoma entonces la consulta, contento y enchufado; el resto del tiempo cuasi deprimido, tantito paranoico. Su mujer es profesora de inglés y da clases en el living. La única hija vive con un pelmazo.

Cuando recaló en Psicología paladeaba torpedear las profecías de los ayudantes y las arrogancias de los titulares; sus preguntas descorchantes alegraban a coetáneos. Mas cuando comenzaron las visitas obligatorias al psiquiátrico (lo llamaban manicomio, con razón) se desespera. 
Ahí se funciona desde temprano: toparse con los pacientes somnolientos pidiendo cigarrillos, zigzaguear la penumbra soportando gritos que vienen de atrás, se sabe bien de qué atrás. Moncho llegará tarde. Tarde siempre. Sale hasta tarde, comparece tarde. Demasiado tarde para el que toma asistencia. Demasiado tarde señala la que califica. Igual se recibió a la par de nosotros.

Ese primer sábado de Julio tenía veinte años. Duerme envuelto en un sueño recurrente. Tocan su puerta, aporrean. La madre lo insta a levantarse, a los gritos; quisiera entrar y sacudirlo pero Moncho se encierra con llave. La señora desgañitándose en horror, emergencia. En la membrana de la cama tibia, la palabra horror y la palabra emergencia se licuan; basta reacomodar la almohada y dar un buen tirón al acolchado para que se evaporen.
Los golpes cesaron, los sollozos se dieron por vencidos. A las dos menos cuarto se despierta y cree que ha perdido algo que alguien dijo. Deshecha la idea mientras se despereza. Se levanta y ante el espejo, lagañoso, bostezador, aprovecha para fiscalizar la dentadura y domar el pelo que enmascara una pelada inminente. Va a la cocina y nadie. Su mamá, perenne ante el televisor, tampoco. Encuentra en el comedor una nota.
Vestido con cualquier cosa corre hacia al negocio del padre. Entra por el taller. He ahí su madre y su hermano mayor casado y su cuñada y el tío de su cuñada que es farmaceútico y el gerente y el jefe del taller y la recepcionista (con la que se casará) y un tipo de blanco que resulta ser de la ambulancia.
Acaba de morir dice la madre sin una lágrima. Acaba de morir dice su hermano dejándose acariciar la espalda. Acaba de morir, dice el médico de urgencias llenando un formulario para evitarles el incordio de la autopsia. Acaba de morir, dijo Moncho.



2 comentarios:

  1. Mathilda: gracias por tus palabras.
    Así es esto de la ficción: la realidad siempre imitándola.
    Llegar tarde puede ser un modo de arribar a las cuestiones de forma tal que permita deglutirlas, dicen los que llegan tarde.
    Lo cierto es que este personaje después de todo llegaba, y cumplía con lo ritos y otras obligaciones.

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