Llamó recién y atendí y escuché. Era un ex paciente que consultó por una crisis matrimonial hace mucho tiempo. Me llamó este hombre y apenas lograba decir lo que decía, entreverando ristra de acontecimientos tal si no hubieren acaecido o que alguna vez podrían suceder. Podrían suceder sí, pero a otros, a nadie, menos a él.
Cada tanto su sollozo sin cuajar interrumpía la secuencia, y así lograba yo respirar fondo y hondo, detener el temblor de mi pie derecho.
Este hombre es padre de Fred.
Fred su primogénito y él padre de su hijo mayor durante los últimos 29 años, mas en su relato no cabían en el mismo entramado. Tan es así, que cuando lo contactó la policía sintió que ese muchacho al que hacían referencia nunca fue Fred. Nunca su Fred. O quizás él mismo ni siquiera era el padre habiendo dejado de serlo en un melindre del ensueño y el alba.
Fred su primogénito y él padre de su hijo mayor durante los últimos 29 años, mas en su relato no cabían en el mismo entramado. Tan es así, que cuando lo contactó la policía sintió que ese muchacho al que hacían referencia nunca fue Fred. Nunca su Fred. O quizás él mismo ni siquiera era el padre habiendo dejado de serlo en un melindre del ensueño y el alba.
El hombre ha de moverse, lo requieren para papeleo y cuestiones prácticas, le acompaña su abogado.
En el camino, aquel sollozo que es gemido que es lamento le fue quitando las palabras. Enmudecido recibe el informe de un sujeto trajeado y parco: tras larga pesquisa acababan de capturar a varios autores de páginas web de pornografía infantil. Imágenes duras, subrayó el sujeto. Pedófilos con sus bajezas, insistió. Entre los inculpados está Fred.
En el camino, aquel sollozo que es gemido que es lamento le fue quitando las palabras. Enmudecido recibe el informe de un sujeto trajeado y parco: tras larga pesquisa acababan de capturar a varios autores de páginas web de pornografía infantil. Imágenes duras, subrayó el sujeto. Pedófilos con sus bajezas, insistió. Entre los inculpados está Fred.
Aquel padre que ha creído en la Fé, me busca. Telefonea voraz; ametralla mensajes inaudibles, roncos.
Me busca y solicita que atienda a su hijo. A su Fred. Y yo - que adhiero al involucrarse para aliviar lo insoportable y que asimismo sostengo que jamás confundamos asistencia con la egoísta abnegación- respondí que lo iba a pensar. Lo voy a pensar, aunque mi respuesta ya sé cuál es.
Marta: tremendo, lo leo y, sobre todo, termino de leerlo con un nudo en el estómago. No quisiera tener que pensarlo, no quisiera tener que tomar una decisión. Te felicito por éste y cada uno de los textos, otra vez.
ResponderEliminarLiria: tu lectura siempre es a fondo como tu escritura. Muchas gracias.
ResponderEliminarPrimero la historia acababa cuando el personaje de la analista responde de inmediato con un NO rotundo.
Después, releyendo la secuencia, decidí que el personaje tenía que pensarlo. Sabe involucrarse, también conoce el subterfugio de la abnegación: entonces que se tome un tiempo para salir del azoro y recién decidir: el padre de Fred se lo merece.
Tema por demás conflictivo y dificil. Hace 10 años participé en la elaboración de un documento sobre el tema, va el link para el que le interese: www.sexualizando.com.ar/actual/colaboraciones1.htm
ResponderEliminarDarío
Darío: muchas gracias por compartir el link.
ResponderEliminarTema para debatir, sin duda.
Si como analista me encontrase en la encrucijada creo saber cuál decisión tomaría. Y de inmediato. Creo, insisto.
Pero este es el campo de la ficción: en él me parapeto y dejo que la protagonista lo piense. Y tal vez decida. O no. O nunca.
Es que, precisamente, el campo de la ficción es sumamente útil y creativo para reflexionar sobre cuestiones éticas. Yo no lo soy, pero la mayoría de los filósofos, lo ha utilizado.
ResponderEliminarDarío