17 de abril de 2013

MADEIRA


                                 


Treinta años después. Para ser exactos treinta años y medio, que es la edad de Nico.
Y fue Nico quien propuso a Javier -su padre, de paso por el país- hacer al menos una entrevista conjunta y éste accedió. Organicé un horario el sábado para que se tomaran el tiempo necesario.

Javier comenzó: me mandó mi jefe a tomar un curso en Madeira; una gran oportunidad, nunca había viajado en avión siquiera. Y aunque Nico era bebé, su madre me apoyó. El curso resultó un fiasco, pero allí conocí a Admes y enloquecí. Era una pasión...¿cómo decirlo?... irrenunciable. Empecé a retrasar el regreso, a mentir; mi mujer  amenazó con irme a buscar y yo amenacé con matarme si lo hacía. No era fácil en esa época comunicarse; además entonces vivíamos con Admes en una casa sin teléfono. Llamé para el primer cumpleaños de mi hijo y no repetí. También dejé de escribir. Sabía que Nico crecería mejor sin mí...
Nico disiente.
Detesta dar y darse lástima pero quiere subrayar que creció en la vergüenza y el dolor –Javier fue declarado difunto, calcinaron todas sus pertenencias, vedado nombrarle- y sólo cuando él mismo fue padre decidió buscar al suyo.
Lo encontró simplemente por la guía telefónica. Llegó sin anuncio y no bien Javier abrió la puerta Nico le asestó una trompada.
Después se pusieron a hablar. Y así pudo Javier presentarle a su pareja, un hombre juvenil, asequible, cordial. Acordaron que vendrían de visita a conocer a la nieta y a enfrentar a la familia.

Se habían ubicado en el consultorio en lugares distantes. Buscaban explicaciones y hube de ayudarlos a inventar términos, gestos. El viejo acorazado en la corta memoria, el otro abroquelado en la ironía; circularon perdones jamás pedidos nunca otorgados. Y lloraron. Lloraron sin medirse, sin mirarse.
Y fue Nico el que se acercó y abrazó a su padre. No le dijo nada: lo abrazó.
Era ese el momento de terminar la sesión. Y se habían tomado apenas un par de horas.


4 comentarios:

  1. Tema intocable e intocado.
    Homofobias a granel.

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    1. La sexualidad de nuestros progenitores suele dar vahído, pero los interrogantes sobre ella permanecen en los intersticios de otros interrogantes que nos constituyen.
      Pero la posible o franca homosexualidad de nuestros padres abre interrogantes inéditos. No sé si es homofobia, quizás sea algo que todavía no tiene nombre.

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  2. Me recuerda una canción –hermosa- que canturreaba mi madre: “volver con la frente marchita…”

    El encuentro del hijo pródigo con papeles invertidos. El hijo que marcha por y del padre. Vuelve convertido en abuelo; es su despechada pibe quien lo perdona.

    Me gustó mucho, Marta. Un abrazo, Anna

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    1. Gracias Anna por tus palabras.
      Esa canción creo que es un tango; al menos Gardel solía engolar especialmente la voz para cantarlo.

      Sí, el pibe quizás lo perdone. Al menos lo abraza que ya es bastante.
      Y el padre, abuelo reciente, regresa para presentarse tal cuál es, cómo venía siendo.

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