12 de enero de 2014

CORDURA


                               

Se sentó frente a mí. Hoy no voy a hablar mucho, me alertó.

-Estoy harta de ser buena, buenísima- dijo-. Buena madre, ex, cuñada, amiga. Basta. He perdido también la capacidad de ser políticamente correcta. Ni sé cuándo dejé de serlo, si es que dejé. Hubo una época, uy, lejana y lejana en que yo no decía lo que no había que decir en la mesa. Supongamos: racista disi- mulante, timorato solapado, corrupto en ciernes. No, no se decía. Había ciertos eufemismos, ciertas miradas oblongas y lánguidas y esco- radas. Callar y manducar. Ahora evito sentarme en esa mesa. Pero. No siempre es posible, amigos queridos, gente de bien, pensantes de larga data se han convertido en acólitos de la estupidez. Y uno los quiere. Se ha coqueteado otrora con alguno de ellos, se ha intercambiado lisonjas, se ha querido quererlos de por vida. Y sí, se los quiere de por vida y en la mesa has de callar. Como me hacía callar mi padre ¿le comenté eso? Papá me hacía callar cada vez que discutíamos sobre Mahler, sí Mahler. Sos- tenía que era un músico encoturnado, repetitivo. Y yo, que no tenía la menor idea, ni me gustaba esa música de velorio, ni pensaba que alguien por ser repetitivo era cuestionable, le discutía a muerte para que él aprendiese que cuando uno charla con su hija lo que la hija espera es que se hable de cosas que ella entienda, le sirva, la arrope; y para que él se diera cuenta que esas largas culteranas abisales reflexiones estaban al servicio de callar lo que venía sucediendo en la desventura de mi casa, en la pérdida progresiva de cordura de mi madre que ya iba por la tercera internación y nosotros ni siquiera íbamos a visitarla. Momento: nosotros es mucha gente: yo iba a visitarla. Y cuando iba a visitarla ella repetía: tenés que ser políticamente correcta para que tu palabra no horade el exiguo disfraz de los demás…

Y calló hasta el final de la sesión. Ni en la puerta, cuando ya nos despedíamos y sorpresivamente me abrazó hizo otro comentario.




  foto: Sebastián Avalos Noguera

3 comentarios:

  1. Dolorosa es esta historia que me recuerda cuando era chica y no se podia hablar, y despues de grande tampoco se podia hablar porque la politca era un tema tabu.
    Muy bien escrito. Un abrazo, HF

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  2. Muchas gracias por tus palabras.
    Sí, los silencios se van imponiendo, obligando primero a dejar de decir y quizás, poco a poco, a dejar de estar alerta, en contra, en la búsqueda. El personaje de esta historia dice que no quiere ser más políticamente correcta: veremos si puede...

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  3. Marta: me parece que ser políticamente correcto todavía tiene su sentido y tal vez lo tenga siempre. Ha costado mucho imponerlo.
    De todas formas, el tema de esta historia apunta a la represión y a la agonía.
    Un abrazo, Hasta pronto!

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