1 de diciembre de 2014

CERO EXPLICACIONES





Me encontré con Aurora. No nos veíamos desde el velatorio de su hija; entonces se aisló y evité importunarla a pesar que nos conocemos de toda la vida. Ella me llamó y encantada acepté reunirnos.

Aurora ha pasado a formar parte de un Círculo de Padres Huérfanos, grupo autogestivo de adultos de variado origen con una circunstancia en común: haber perdido un hijo.
En cuanto la incitaron a incorporarse, se negó; no obstante, en una ocasión en que la angustia la sacó a la calle, que erró a paso pelotón de infantería, lobotomizada, se animó a entrar.
   -Bendito día –Aurora subraya-. Ojalá supiera describir lo que pasó en ese primer encuentro. Cero pedirme explicaciones: acercaron una silla, señalaron la jarra de agua y los vasos. Dije mi nombre, dije el nombre de mi hija difunta y de mis hijos vivos; seguido de simplezas sin relación alguna con el momento que poco importarían sino fuese que tales nimiedades te llevan a automachacarte con el “qué-no-hice”. Lo increíble es que no hubo eso que llamaría una devolución, ni reconfortar o dar el pésame. Dejá que la pena salga, dijeron. No sé cómo se hace, respondí. Entonces dejá que la pena lo haga.
El poder aplacador del Círculo no se constriñe a contar o escuchar; es salir del escondite, vestirse con cualquier cosa pero vestirse e ir hacia allá; el aire de comunión en cuanto se arriba, el gesto de los otros cuando explican, cuando se tapan la cara, cuando tocan; ese aliento de los enojados, la reserva y la cautela. Cada cual aporta formas de nombrar lo que nadie nombraría. Y a Aurora, en cuanto superó el mutismo, se le dispararon bocanadas de alfilerazos e improperios contra los que en su familia no aceptaban su recogimiento.
  -Simulaba estar entretenida en leer o escuchar radio. Pero en el Círculo, basta de disimulos. Incluso el enojo con la vida no les asombra ni me envían a conversarlo con mi analista... -dijo con picardía.

La miré, nos miramos, y aunque estábamos en un café muy concurrido la abracé y así abrazadas pasamos de llorar a reir, juntas, sin disimulos.



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