7 de abril de 2015

A CUÁL, PARA QUÉ




No especifica si tenía cinco o seis años cuando emigran. Leo sólo recuerda un barco grande, gente, tanta gente y él con fiebre y llorando. Al arribar, más gente reclamando cosas imposibles. Los dejaron ingresar.
Su papá era periodista y en el nuevo país es ayudante de un camionero; su madre, que fue la mundana del pueblo, los fines de semana ayuda en una panadería. Leo en la escuela: chicos en pandilla y él afuera, departiendo apenas, pasando calor y pasando frío sin la ropa precisa; y con miedos que jamás se enumeran porque a cuál, para qué, en qué momento. Era el mejor en dibujo y en matemáticas y nadie lo adivinó.
Después nace su hermanita bautizada con el nombre de la patrona que les alquiló el departamento sin pedir referencias. La niña puro mohín habla, idioma local, sin parar, por encima de la radio de la vecina que era insoportable (la vecina y el programa).
Un día -no podría precisarlo ya que él, Leo, era a veces chico y a veces grande- el padre se quedó en la cama hasta que perdió el trabajo y la ironía y el enfado. Se aventura mamá y abre una minúscula chocolatería en un barrio imposible que poco pero crece (el negocio y el barrio).
La hermanita tuvo su fiesta de quince. Leo tuvo su primera novia y besos arrebolados con otra muchacha en el verano. Y fue justo en ese verano que Leo comprendió la epopeya del hombre desde que abandonó el agua en pos de ser Humano. Fuimos peces, se dijo, nadadores fantásticos zambulléndonos hasta el fondo del fondo para conversar con las sirenas y dejarnos llevar hasta la orilla opuesta, hasta otro Continente. Y supo así quién era él.  Y más supo quiénes eran sus padres.

Leo no emigró.
Quería, claro que quería, pero se quedó siendo fiel al principio familiar de ser feliz en el forjar y el arriesgar. Leo es el padre de mis sobrinos. Y mi vecino. Y mi confidente.



9 comentarios:

  1. Es la historia de mi vida. ¿cómo lo supiste?
    Me hiciste llorar. Gracias, muchas gracias.

    ResponderEliminar
  2. Emy: soy yo la que agradece.
    Esta es, puede ser, esta siendo la historia de muchos, de demasiados, Nuestros padres o abuelos. Siempre nuestra de alguna u otra forma, salidos del lugar, desarraigados, a punto de irnos y a punto de volver.
    Mi tema, este blog, es la distancia. Las distancias.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Marta, no he sido protagonista de una historia parecida pero leyendo tu relato siento una inmensa empatía por los hombres y mujeres que ha tenido que luchar tanto por tener derecho a ser felices.

    Como siempre, muy bello y humano tu capítulo de hoy

    ResponderEliminar
  4. Ana: derecho a ser felices: qué linda manera de decirlo.
    Incluye derecho a luchar, armar fantasías posibles e imposibles, arriesgarse y perder la partida a veces y reincidir en el riesgo. Salir. Salirse de sí mismo para estar en un lugar donde las cosas parecen que no son pero sí son. Volver de donde no debieron irse. E irse de donde era urgente y necesario.

    ResponderEliminar
  5. Para conformar una historia que otros deseen contar... Un relato lleno de virtudes Marta, lo he disfrutado.
    Saludo afectuoso.
    Sete.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Setefila, sí, una historia que otros deseen, precisen, anhelen contar. Emigrar es una historia con tan variados escenarios, personajes insólitos e inesperados, con voltereras en su trama como una ficción. Una larga e incluso interminable ficción.
      Muchas gracias por tus palabras. Y un abrazo para ti también.

      Eliminar
  6. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  7. Me emocionó mucho este relato, Marta. Me hizo pensar en mi abuelo croata que emigró los 17 años a Argentina a "hacerse la América" con la idea de regresar con los bolsillos llenos, cosa que nunca ocurrió. Siempre fue tan pobre como lo había sido en Croacia, pero feliz, con una familia a la que le faltaba de todo menos amor y respeto. Lo recuerdo especialmente esta semana porque acabo de visitar su país.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. María, perdón por responderte tan tarde, recién descubro tu comentario.
      Volver al lugar de origen con la sensación que valió la pena irse era el sueño de muchos. Y después, quizá, descubrieron que lo mejor era quedarse, o que se habían perdido las opciones de elegir. Amor y respeto, en eso creciste. Y desde allí le honras con tus palabras.
      Un abrazo, y muchas gracias.

      Eliminar