TRAE UN SECRETO

Toby trae un secreto. Y en la segunda entrevista, incluso ya en la primera, comprendo que me consulta porque no puede ni quiere revelármelo. Toby conoció a su papá a los quince años. Allí supo que su madre y él mismo eran la “otra familia”, de un empresario que convivía con esposa y dos hijas; descubrió que el supuesto trabajo de la madre era una tapadera para esos encuentros amorosos; amén de ser el motivo del escasísimo contacto con su abuela. Toby odió de inmediato el discurso materno de pobres pero honrados pero con orgullo pero sin envidias pero esperanzado (ni siquiera eran pobres). Sin terminar la secundaria emprendió diversos negocios que lo llevaron a un serpenteo de adquisiciones y deudas impagables. Pasó de tener casa y auto de lujo a verse obligado a regresar a vivir con su mamá. Y la odió también por eso. Toby desea conocer a sus hermanastras y éstas se niegan. Hay encuentros con el padre -a veces cenan, a veces una palabra de ilusión y camaradería- y siempre obtiene un préstamo que no es preciso devolver. Jamás lo llama por teléfono. Toby llega a mi consultorio con el secreto. Viene para que lo ayude a ser hombre con secreto a cuestas. Deja claro, por si no me había dado cuenta, que el sexo es cosa privada y que debo domeñar mis insistencias, escrúpulos y preconceptos. Viene a que lo quiera. A que le conceda mi tiempo. A que no le mienta. Viene a ordenar su historia con los miedos y repulsas que hubieren. Y, quizás, viene a plantar el secreto en mis manos para que se lo cuide, así, sin desanudarlo.