3 de mayo de 2015

DEAMBULAR























Encuentro de compañeros de tercero de secundario. Se reúnen con asiduidad aunque recién ayer por primera vez acudí.
Nos vemos físicamente iguales, más iguales de lo esperado: sólo cambiamos en otros rubros.
Renzo, muchacho de eterna última fila, ríspido y enemigo de las tribus, se presenta sonreidor y atildado; ha convertido la carnicería familiar en restaurante de moda, dichoso con sus mellizos. Leslie dejó sus tics de muñeca inflable, escribe poesía. Montse logró al fin desasirse de un entorno violento.

Lo llamativo es que cuando relaté mi vida actual, todos –todos- se asombraron de que no fuese la bióloga marina que juraba que iba a ser. Me suponían en mares quiméricos, lejos de lejos, de huracán a vendaval. Deambuladora.
Enmudecí.
¿Cuándo yo dije que sería bióloga? Ni siquiera recuerdo las fantasías que de seguro rodearon ese afán, ese anhelo.
Debería saber al menos en qué intersección tomé este rumbo que tomé. Y cuándo.
Acaso algo me obligó u orilló, pero qué. Quién no me detuvo y quién hubiera sido capaz de detenerme entonces.
Amo a mi marido a mis hijos a mi oficio: esa es la que vengo siendo. Y me gusta. Sin embargo, es preciso que averigüe, ya, ya mismo, dónde acampa esa bióloga marina, y cuáles mares no encaré ni encararé jamás.


2 comentarios:

  1. Qué miedo hacerse esa preguntas. Yo al menos dejé de hacermelas desde que todavía era un chico. Un abrazo Marta. Gracias.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tienes razón,son preguntas que debería uno racionar. O darlas por obsoletas.
      Pero están allí.
      Asaltan a la hora de los recuentos, las melancolías y algunas culpas.
      Se niegan a callar cuando el futuro se agrisa o llegan los reproches (incluyendo los propios).
      Supongo que hay que ejercitarse mucho para doblegarlas.
      Un abrazo, y gracias por tus palabras.

      Eliminar