16 de noviembre de 2015

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A pesar de todo el dolor en el mundo, ese domingo lluvioso se dio cuenta que después de añares se había enamorado.
Él jamás la contactaría el lunes cuando la vida arranca y es difícil darse tiempo para tener tiempo. Quizá el martes. Aunque el martes todavía el orgullo, el nunca mostrarse ansioso sería de rigor.
Tamara comenzó a esperar el miércoles, con el celular al alcance y la tableta encendida incluso en la salida con amigas. A punto de dormir quiso llorar pero se lo prohibió. El jueves amaneció cansada, con hilachas de los sueños turbando; a los pacientes los atendió a piloto automático y en el almuerzo picoteó una ensalada y dejó el postre -el que nunca dejaba- a medias. Lloró en cuanto el crepúsculo.
Era viernes. Ya era viernes. O recién era viernes y parecía un siglo, dos siglos. Ni siquiera revisó los mails cada tanto. Cumplía años una colega: buen momento para saturarse de ruido y mirar y ser vista. Soy atractiva, se dijo. O al menos eso aseguran, se dijo, y ese tipo no merece que me pierda una fiesta. Sin embargo continuó arrebujada en el sofá, videos y helado de litro.
El sábado es jornada de compras, feria de usados, kilómetros de bicicleta. Se exige cumplir con el programa, agria, sola. Telefonea a su madre y cuelga en cuanto le aconseja pavadas. Tamara espera algún contacto que siendo la media noche no llega.
Ese domingo de sol, nubes en cabello de ángel,  Tamara a persianas bajas, lee, o hace que lee, una novelita olvidable. A las once, casi las doce, sonó el portero eléctrico. ¿Quién es? Soy yo. ¿Quién es yo? David. ¿David? Sí, David ¿puedo subir? Claro, claro... En tanto siete pisos el ascensor traquetea, ella se peina, se quita la camiseta desleída, tira bajo la cama el desorden, se enjuaga la boca, arma una sonrisa.
Hola -trae flores- ¿puedo pasar? Al fin Tamara abrió la puerta y se dieron un beso de timidez. Me aparecí directo, dijo él, porque el sábado pasado cuando te negaste a que me quedase a dormir te pregunté cuándo volveríamos a vernos dijiste “vemos, hablamos” y creí que me buscarías pero ante la falta de noticias vine pues desde el primer momento que te conocí supe que me había enamorado y no te lo confesé a tiempo.



2 comentarios:

  1. Al fin amor correspondido, en estos tiempos aciagos. Gracias Marta, nos hacía falta.

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  2. Sí, en estos tiempos en que casi se usa la palabra amor entre comillas, temerosos de que amar o ser amado y hablar de ello pueda ser entre cursi y poco creíble, en estos tiempo digo, es necesario volver a las historias de amor y con final feliz incluído.

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