Cada vez que alguien se le acercaba iba registrando sus defectos en una lista minuciosa, serpenteante e irrefutable,
y con esa lista logró aferrarse a las soledades.
Sin embargo.
En un lugar
imposible, casi sin darse cuenta, conoció a la persona perfecta. Dejarse mirar en silencio, como había soñado. Cocinar
tonterías, comer con las manos. Leer y leerse en voz alta. Caricias inexpertas.
Caricias contenidas. Verano y desnudez en la noche de grillos. Helados a la vera del río. Anadear sin zapatos incluyendo veredas pares e impares. Y promesas
de amor y de gato compartido.
Sin embargo.
Cierto domingo
de desayuno en la cama, al ver que se zambullía un cuchillo con resto de manteca
en el frasco de mermelada, no logró acallar a la lista que emergía
enresortada. Y en esa lista fue velozmente acopiando tanto detalle, tanta
diferencia, tanta incompatibilidad como antes, como solía.
Dejó la nota
en el espejo del baño. Me voy, decía. No es posible, decía después. Tal vez
un día regrese, pero no sé. Te amé y sin embargo.
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31 de julio de 2016
LISTAS
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