Como
sabe que estoy escribiendo un artículo sobre leyendas familiares, me relató la
propia.
La
familia Bellughi con sus seis hijos viajaron a la Gran América, incorporando a
punto de embarcar a un huérfano. De modo que Rocco, hijo único de adulto muerto de
azadón en cabeza y de una quinceañera víctima de parto seco, se transforma en
el séptimo niño que logra afincarse en Oregon. ¿Qué podía hacerse allí que ya
no se hubiere hecho en Catanzaro? A lo sumo, como la hija mayor, convertirse en fanática de las Escrituras y el ayuno; o incursionar
en la zona roja como el padre para aportar al matrimonio la gonorrea. Lo que
Rocco jamás lograba era esconderse a reventar granos pues de inmediato
los mayores atropellaban rumbo a la ordeña. Esto no es vida, se quejaba Rocco
en calabrés. Para eso no había vomitado en la tercera del barco, ni comido pan
mohoso ni se había dejado cambiar por una chaqueta los zapatos. Para eso no
había sobornado a los marineros, ni escondido dos monedas ajenas en una media,
ni espió el baño de mujeres aguantando los paraguazos al retirarse a destiempo.
Para eso no hubo alucinado pájaros de niebla confundiendo campos con mares ni
esperó que arribase un rey mago a traerle el rifle que encargara por escrito en
un papel en una botella. No.
Mejor rumbear al Sur.
Convertido
en Rocky, fue curtidor de cueros en Uruapan y bostero en un haras de Maracay; en San Lorenzo vive en cierta casa de citas y naranjos donde aprende a bailar tango, hasta decidirse a buscar mujer. Novias
sucesivas: esmerados retoños de mercachifles, herederas de prestamistas. Novias
flojas, adocenadas, con pretensiones de hogar cerca del jardín materno o
amantes de enjoyarse para al teatro y cambiar ropa de cama sin excusa. Novias
para siestas sin sobresaltos discutiendo con la suegra metomentodo. No. Mejor
renunciar a la casamentera y elegir a puro instinto.
Así fue
–concluyó el relato mi colega- que Rocky encuentra en una lavandería la
japonesita que resultará ser mi abuela adorada y la que me indujo a estudiar
medicina y después a dedicarme a ser el hurgador de almas (llamalo
psicoanalista) que soy.
a veces tus historias al principio parecen qe no van a ninguna parte y después van a la parte más sensible. besos, Iván.
ResponderEliminarMuchas gracias Iván.
ResponderEliminarSí, a veces las historias se (me)imponen de a poco; llegan trotando, tropezando y de golpe en un giro imprevisto van al grano que es -como bien describes- el punto sensible. Punto sensible de los personajes, de quien los escribe, y en ocasiones de los que leen.
Besos, Marta
Este relato me gustó mucho, y me quedo con sabor a poco. Quiero encontrar su novela "inquietud" en versión digital, pero no puedo. Vivo en La Plata (bs as), Mondadori en una buena editorial, tal vez sea mejor tenerla en papel. De cualquier manera, si usted tiene algún link donde yo pueda ir a buscar la novela completa se lo agradecería. Un abrazo. Sabino.
ResponderEliminarSabino: muchas gracias.
EliminarRespeto mucho su obra y será un placer que conozca mi novela.
No sé en qué librería de La Plata puede encontrarla pero hay estas opciones para buscarla:
Opciónes:
http://www.megustaleer.com.ar/ficha/9789879397985/inquietud
books.google.com/books?isbn=9876581538
AMAZON: ASIN: B0089NULHM
Un abrazo y hasta pronto!