-Usted no sabe lo que dice –me dijo.
Fui invitada a dar una charla en la universidad y no bien me introduje en el concepto de la soledad como fuga, una alumna, una chica preciosa de cachetes arrebolados, se paró y desde la última fila, sin gesto alguno, manos aplacadas, me dijo usted no sabe lo que dice.
Dos veces lo dijo.
Dos veces lo dijo.
Después, en un larguísimo viscoso después, en el
silencio que exigía su forma de estar de pie y esa voz (y que todos le
concedimos), de un tirón soltó algo que emergía de los ovarios, de la garganta
apelmazada, del pecho agarrotado. Un discurso sin respiro.
Cada vez que vengo a clase –dijo mirándome- a este
lugar inhóspito a cumplir el programa que me encajaron, pienso qué raro, estoy
yendo a cursar una carrera que conduce a ninguna parte, así, con este cuerpo,
con esta cara saturada de lápiz de ojos y sombra y rímel, así voy porque todo
lo que tengo es eso, ese pintarme los ojos, ese acercarme al mundo con ojos
pintados. Voy a cumplir lo que debo, me exijo, a pesar de estas ganas, estas
ganas de estar conmigo simplemente, y qué bronca, qué ganas de quedarse, qué
ganas de quedarse aunque sea en la calle aunque sea en una esquina pero
quedarse con una misma. O agarrar un libro, cualquiera, de poesías digamos, y
desandar cada hoja, leerlo y pensar, pensar en las veces que yo estaba, en las
veces que acostada en la cama, con poca luz, los sábados a la noche leía porque
sino me largaba a llorar con todo y quién me paraba, quién me paraba esa
soledad que de repente se me venía encima, esa gran tristeza, esa gran locura,
esa sensación de todo se va y una se queda sola...
Por suerte un alumno, otro de la última fila, se
levantó y la abrazó justo cuando ella dijo y una se queda sola.
Buen relato sobre la soledad que todos sentimos en algún momento de nuestras vidas; aunque nos acicalemos con un disfraz que diga lo contrario.
ResponderEliminarMe gustó mucho amiga. Besitos, Anna
La soledad se escabulle de los subterfugios, de las frases hueras, de los consuelos remanidos.
ResponderEliminarPerol la soledad -dicen- da la opción de no mentirnos a nosotros mismos o, al menos, intentarlo. Y también dicen que en la soledad se encuentra la palabra que nombra lo que hacía falta.
Lo indiscutible es que a la soledad todos le tememos.
Me has recordado, en la manera de expresarte, al estupendo Francisco Massiani, en "Un regalo para Julia". Buen relato, Marta.
ResponderEliminarUn saludo
Setefilla: Muchas gracias por tu lectura, por tus palabras.
ResponderEliminarNo conocía ese relato, de modo que lo leí en tu blog: un relato espléndido. Que consideres que me expreso de eso modo, que algo pudiera yo escribir como Massiani, es un gran honor.
Un abrazo,
Marta