Cuando su madre enmudeció por completo sin causa
aparente, a Leonor la despacharon a vivir con los tíos y allí fungió de prima
pobre. Tenía 11 años, par de trenzas, una cartuchera de lápices repleta.
Estudia más que otros y obtiene una beca que le permite
vivir en una residencia para estudiantes en otra ciudad, en otra galaxia. Conoce a Rony y de golpe ya viven juntos.
Buscaron un hijo. Fue arduo. Emprendieron un
tratamiento, y otro y otro, así hasta seis. Al fin nació Florencia, Miflor, Florita.
Nació la niña ojos glaucos con un problema que
los médicos a veces evalúan así y otras asá. Va a crecer, sonreír,
dirá helado y jugará a la mancha pero lento, lento. Rony trabaja medio día y
otro medio día Leonor pues Florcita necesita que se la mime y malcríe como
ninguna.
Leonor no especifica cuándo exactamente. Lo cierto es que por primera vez en su vida se largó a rezar. ¿A quién?
Quién sabe.
Se trata de rezar, así, simple.
Rezar como forma de debatir en el
insomnio sin despertar a nadie. Rezar por las voces pendientes de su madre
y hasta por sus tíos que sin embargo. Rezar para que así/asá termine y que
lo lento apure, y por Ronyflor y por ella
que ha dejado de saber tanta cosa.
Rezar, sobre todo, para nunca perderse el consuelo que el rezar, así, simple, a quien fuere, le viene dando. |
27 de marzo de 2015
LENTO, LENTO
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