A Paolo
Caruso siempre lo llamamos Ruso. Con los años devino psicoanalista dejando
atrás estudios de Antropología e Historia. Separado dos o tres veces, divorciado una.
Nunca trabajamos juntos, somos amigos desde la infancia. Mis hijos le adoran.
Ruso solía
buscar refugio en Marcia de vez en vez. Un poco de charla, un poco de caricia.
Pintora surrealista que se sostiene retratando turistas, conoció a Ruso en una
fiesta: lo sacó a bailar, lo llevó a su refugio, le contó una sarta de mentiras sobre la familia, lo aburrió con sus extremas y literales cicatrices.
A mi vez
conocí a Marcia en el bar under cuando inauguró una exposición de pinturas encapotadas,
violentas. Aguanté al gentío que chirria, bebe, empuja, por
acompañar a mi amigo y por los padres de ella (cohibidos, sonriendo a nadie) en aras de ofrecerles apoyo entre tanta manía y percings.
Y allí mismo, en cuanto los invitados zarparon, Marcia propició quedarse sola conmigo. ¿Tenés un minuto? Tengo. ¿Puedo contarte algo? Por supuesto.
Y allí mismo, en cuanto los invitados zarparon, Marcia propició quedarse sola conmigo. ¿Tenés un minuto? Tengo. ¿Puedo contarte algo? Por supuesto.
Después de años de amistad (semi) platónica, a partir de
escarceos amorosos alto voltaje, Ruso ha desarrollado celos satánicos.
Mezclando pasado –claro,hubo otros hombres- con un presente de supuesta
seducción a turistas que nunca pasó de coquetearles tanto como ofertar caricaturas amerita.
Ruso cimenta los celos revisándole cajones. O espiándola. La
controla, persigue; fiscaliza faldas pantalones
bermudas; veta tops y sandalias... Continuó así Marcia entremezclando
protohistoria con trances imposibles, todo junto, sin reparar en gastos, hasta
quedar exhausta.
Escuché muda, se sobreentiende.
Confieso haber pensado que Marcia muestra algo a los
hombres y algo a las mujeres indefinible. Perturbador. Pero pensar
tal cosa mientras Marcia acongojada se asincera, es repudiable.
Me prohibí la idea.
El hombre celoso es un lobo.
foto: Genoveva Ayala
Falto decir que la mujer celosa es una hiena.
ResponderEliminarEs una invitación a escribir una historia cuyo colofón fuera: La mujer celosa es una hiena.
ResponderEliminarU otra que aludiese a esos vínculos indisolubles cuya argamasa son lo celos. Y a los celos en relaciones distintas de la pareja.
Intentaré coumpliIr con esta invitación. Los omnipresentes celos y la ficción lo permite!