18 de noviembre de 2013

DESBORDADOS




Ella es artista plástica, tiene 24 años, se separó hace unos meses, vive sola en su taller, y ha sido siempre la sobrina preferida de mi marido. Ayer,a las once de la noche, recibimos una llamada: es una urgencia, pensé. Era una urgencia. 
Ella hizo un intento de suicidio, de casualidad la encontró un amigo, una ambulancia la depositó en la Guardia de un hospital. Fuimos a la Guardia. Allí está su padre, encogido, indefenso; incapaz de sentarse, incapaz de deambular y cuando intento abrazarlo ni logra dejarse. La madre de ella está de viaje, inubicable todavía.
Ella dejó una nota. Ahora en una camilla duerme o hace que duerme o quiere dormir. 
Ella está a salvo pero deberá permanecer por un tiempo sin aclarar por el momento. Busco al médico a cargo; hago preguntas y me ladra. Que están desbordados, que en los fines de semana sobran colisionados, aplastados, chamuscados, acuchillados, y parturientas panicosas, locos, abuelas al fin de los suspiros, vagabundos supurando, infantes berreando con alguna excusa, novatos colegas novatas enfermeras, púberes desvanecidas de amor, y drogones de cualquier dosis, acelerados de toda laya, catéteres que no están, cánulas que no están, vómitos por fregar, cuando no señoras incordiando con preguntas. 
Ella quiso morir, le recuerdo al médico desbordado. Si te quieres morir –me ladra de nuevo- te tomas raticida jamás un puñadito de pastillas.

A cierta hora de la madrugada nos retiramos. Mi marido no puede más no llorar lo que viene llorando. En el camino hablamos de nuestros hijos, de sus filias y fobias y del miedo que a veces tengo de que una brisa siquiera los toque. Ya en casa, me urge espiarlos soñar entre cobijas revueltas, despatarrados.





2 comentarios:

  1. Querida amiga:
    reconocí el ambiente del hospital ¿te acordás de las guardias que también nos tocaron? Y reconocí el desaliento con que volvía a casa pensando en mi nene que todavía era chiquito (hoy es médico también). la historia es fotográfica, no tiene ni una palabra de más. Un abrazo, Eduardo Peña

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  2. Querido Eduardo:
    recuerdo perfectamente las guardias: desbordados. Por el dolor, porque éramos perejiles, porque faltaba de todo incluyendo alguien que nos dijera qué, cómo, hasta donde. Nos íbamos desalentados, y regresábamos cada día así. Por suerte, no cejamos...
    Un abrazo,

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