Me consultaron pocos meses después del accidente. En el accidente murió la hijita de siete años que iba
durmiendo en el asiento de atrás del coche. Elsie y Mario sobrevivieron con
heridas leves.
Rehusaban comentar el suceso, entrar en detalles y la
gente pedía detalles; maldecían la conmiseración y el fisgoneo. Ella dejó de
dormir, no podía ni sabía ni le importaba. Mario siguió trabajando y
durmiendo, comía apenas.
Desconectan teléfonos y computadoras y
los relatos. Pasa el verano sin que se asome a la casa: el cuarto de la nena
intacto con la puerta entornada, al resto Elsie limpia y ordena y limpia. Sólo
cuando comienzan a pelearse con amagos de agresiones físicas, deciden hacer
una consulta.
En las primeras sesiones me sentí tan abrumada -grillete en
los pulmones, ganas de llorar a la par- pero logré sobreponerme: no
tenía derecho, no al menos delante de ellos.
Elsie solía permanecer callada mientras Mario recorría
el consultorio imaginando futuros en plural, sin miedos y sin dolores. Elsie desmigaja una y otra vez el velatorio con palabras mínimas, sobrias, en tanto Mario da vueltas,
toquetea mis libros, mira por la ventana.
Y una madrugada ella durmió.
Se acurrucó contra él aferrándolo por la espalda,
piernas enzarzadas. Mario así, alerta e inmóvil, preservándola. Durmió Elsie pocas
horas y después lloró y gritó.
Fue entonces que se concedieron revisar pormenores,
musitándolos. Elsie arrebujada. Elsie adherida a él. Elsie dispuesta a
llegar al punto de pena innombrado: era ella quien manejaba cuando fue el
accidente, ella que recién empezaba a manejar.
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20 de febrero de 2014
PORMENORES
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Lográs relatar lo innombrable, la culpa -que es apenas un fragmento de todo lo demás- y el sueño que llega, la calma, la posibilidad remota de poder seguir. Es precioso.
ResponderEliminarYa casi sin darme cuenta, espero tus relatos de fin de semana, los leo y los disfruto.los sufro, a veces puedo identificarme, a veces los miro desde la ventana de la indiferencia.Pero los sigo esperando todos los fines de semama y siempre llegan.
ResponderEliminarAna, muchas gracias por tu afectivo, afiatado, comentario.
ResponderEliminarLa culpa es insomne, y el miedo y el hartazgo. Cuando él, quieto, quieto, la arropa para que pueda dormir es quizá entonces que ella se permite continuar. .
Héctor, acá están las ficciones contando historias que sí, que tal vez, que algún día.
ResponderEliminarY claro que las ficciones te esperan, y se solazan en cuanto te asomás.