20 de febrero de 2014

PORMENORES






Me consultaron pocos meses después del accidente. En el accidente murió la hijita de siete años que iba durmiendo en el asiento de atrás del coche. Elsie y Mario sobrevivieron con heridas leves.
Rehusaban comentar el suceso, entrar en detalles y la gente pedía detalles; maldecían la conmiseración y el fisgoneo. Ella dejó de dormir, no podía ni sabía ni le importaba. Mario siguió trabajando y durmiendo, comía apenas.
Desconectan teléfonos y computadoras y los relatos. Pasa el verano sin que se asome a la casa: el cuarto de la nena intacto con la puerta entornada, al resto Elsie limpia y ordena y limpia. Sólo cuando comienzan a pelearse con amagos de agresiones físicas, deciden hacer una consulta.

En las primeras sesiones me sentí tan abrumada -grillete en los pulmones, ganas de llorar a la par- pero logré sobreponerme: no tenía derecho, no al menos delante de ellos.
Elsie solía permanecer callada mientras Mario recorría el consultorio imaginando futuros en plural, sin miedos y sin dolores. Elsie desmigaja una y otra vez el velatorio con palabras mínimas, sobrias, en tanto Mario da vueltas, toquetea mis libros, mira por la ventana.
Y una madrugada ella durmió.
Se acurrucó contra él aferrándolo por la espalda, piernas enzarzadas. Mario así, alerta e inmóvil, preservándola. Durmió Elsie pocas horas y después lloró y gritó.
Fue entonces que se concedieron revisar pormenores, musitándolos. Elsie arrebujada. Elsie adherida a él. Elsie dispuesta a llegar al punto de pena innombrado: era ella quien manejaba cuando fue el accidente, ella que recién empezaba a manejar.







4 comentarios:

  1. Lográs relatar lo innombrable, la culpa -que es apenas un fragmento de todo lo demás- y el sueño que llega, la calma, la posibilidad remota de poder seguir. Es precioso.

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  2. Ya casi sin darme cuenta, espero tus relatos de fin de semana, los leo y los disfruto.los sufro, a veces puedo identificarme, a veces los miro desde la ventana de la indiferencia.Pero los sigo esperando todos los fines de semama y siempre llegan.

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  3. Ana, muchas gracias por tu afectivo, afiatado, comentario.
    La culpa es insomne, y el miedo y el hartazgo. Cuando él, quieto, quieto, la arropa para que pueda dormir es quizá entonces que ella se permite continuar. .

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  4. Héctor, acá están las ficciones contando historias que sí, que tal vez, que algún día.
    Y claro que las ficciones te esperan, y se solazan en cuanto te asomás.

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