Una alumna del seminario me lo contó. Acaba de
regresar de un viaje con su novio, y el desasosiego no la suelta.
Él, hijo y nieto de alemanes emigrados tras la
Segunda Guerra Mundial, le propone que lo acompañe a conocer Berlín. Ella, no
bien aterrizados, declina visitar tanto Monumento a los que define como monumentos al borrón y cuenta nueva.
Él prefirió recorrer museos antes del concierto de la noche, y retorna
perturbado. Ella solicita el taxi. Él, en ese clima sobre caldeado del
teatro, no logra templar sus brazos. Ella lo conmina a salir. Él precisa ir a
pie aunque nieve. Ella elige bordear el Tiergarten junto a los ciclistas que
conforman una anguila de luz en pleno paisaje karamasoviano. Él avanza. Ella secunda. Él querría llorar pero no lo logra, ni siquiera
cuando musita los mataron/nos mataron. Ella se quita el chal y lo envuelve.
Él trota cual sujeto que perdió la chaveta. Ella colige que su novio, al fin se dio por enterado
que los nazis en esas calles, en esas mismísimas calles, hostigaron, lincharon, quemaron, encadenaron, saquearon. Él clama que la mayoría miraba
hacia otro lado. Ella argumenta que en un Estado de terror, que montó una
industria del genocidio, era inadmisible respingar. Él detesta esa tesis, e insiste que hubo quienes aprobaban, hubo quienes celebraban.
Ella piensa chocolate por la noticia.
Él supone que su propia historia se ensortija con aquellos sujetos devenidos
en chacales, sujetos que al menos deben pedir perdón; y cuanto más hurga en
el perdón que deben pedir más está dispuesto a ponerse, él, allí mismo, de
rodillas. Ella logra encaminarlo hacia el hotel y ordena un caldo de verdura
y un coñac doble. Él propone cambiar los pasajes y regresar de inmediato para
confrontar a su familia.
-Hugo, amor mío, te advierto que todos somos
ángeles caídos.
-Lo sé, lo sé- responde él, a punto de llorar.
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14 de septiembre de 2014
MONUMENTOS
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Hermoso retrato de unos acontecimientos terroríficos e inolvidables... Tiene ese toque particular y cotidiano que te caracteriza. Me gusto mucho, querida Marta. Un besote, Anna
ResponderEliminarAnna querida, no quiero, no queremos, no deberíamos querer que se olvide, como hombres se convirtieron en chacales y pretendieron deshumanizar a sus víctimas. Los únicos deshumanizados resultaron ellos, pero eso no consuela. Un abrazo y nuevamente te felicito por tu excelente novela!
ResponderEliminarHola Marta, celebro que hayas escrito el cuento: "Monumentos". Que en definitiva no solo deja muy bien planteado el enigma, del por que hicieron lo que hicieron. Sino tambien -al menos para mi- el enigma de cual es la relación de ese país con su pasado. Uno se pregunta si una sociedad puede sentir culpa o mejor dicho remordimiento por aquello que se llevo acabo tan exhaustiva y apasionadamente hasta el final. Cuando este emprendimiento fue el proyecto nacional por antonomasia ( y llevado a cabo con tanto excito).
ResponderEliminarRaul Hilberg, afirmo: "Cada elemento organizado de la sociedad alemana, por pacífico que pareciese, participó en el Holocausto".
En lo personal no creo que haya tanto un remordimiento, sino mas bien un horror frente a lo que fueron capaces de hacer. El horror que solo aparece cuando el crimen queda totalmente al descubierto y es inocultable. Ningún pueblo o sociedad soporta verse como criminal, cuando ademas tampoco no hay justificación alguna para semejante crimen.
Al menos lo que veo desde mi, es que el discurso de "esa culpa" me parece demasiado "yoista" hablan mucho mas de ellos que de las victimas. La mayoría de las películas que vi de allí, las victimas suelen tener un papel bastante secundario dentro de la historia y los actores que las encarnan son los de reparto.
Me resulta muy esclarecedoras las siguientes frases: "Ella, no bien aterrizados, declina visitar tanto Monumento a los que define como monumentos al borrón y cuenta nueva." y "Él querría llorar pero no lo logra, ni siquiera cuando musita los mataron/nos mataron".
Si uno hiciera un crimen tan vil, la culpa seria tan grande que no podría seguir viviendo. Pero ellos pudieron vivir y bastante bien (con el plan Marshall y las millonarias cuentas - del oro saqueado- en suiza. A fuerza de pujanza sumada a la inteligentzia" local casi intacta lograron salir rápidamente adelante y ganarse la admiración y respeto del resto de las naciones. Pareciera que que desde el principio supieron que solamente un poder económicamente fuerte les permitiría pagar "una deuda impagable".Por que cuando se trata de compensar tanta muerte, sufrimiento y destrucción nada es mas barato que el dinero.
Conjeturo que mas que culpa lo que sintieron es cierta vergüenza - por la fealdad de aquello que hicieron. Que la supieron "adornar" muy bien -desde la opulencia- con museos y monumentos para blanquear así a su nuevo rostro y para poder re-insertarse el mundo.
Curiosamente antes despreciaron el valor de la humanidad y arrasaron con ella (para llevar acabo sus ideales). Ahora una vez que superaron la derrota, han sabido hacer de la culpa la nueva marca registrada y hacer de los derechos humanos uno sus mas grandes estandartes.
Es obvio que ya no son -mayoritariamente- nazis, ahora están a la vanguardia de la modernidad, "posmodernidad" y de la civilización.
Pero a decir verdad nunca me pareció percibir en ellos, el dolor por el dolor que causaron y por la ausencia de los futuros descendientes de las victimas, por aquellos que inevitablemente ya no estarán (ojala me equivoque).
Marta: te agradezco que hayas generado en mi, esta reflexión. Que supongo, que debe ser bastante parcial frente a un tema tan complejo. Nunca estuve allá, tal vez uno estando allí pueda tener mas respuestas. Espero que sepas disculparme la extensión de mis pensamientos. Un Saludo. Alejandro.
Alejandro, soy yo la que agradece. Tu aguda reflexión que no deja canto sin bordear. "La culpa como marca registrada..." describe certeramente el laberinto en que se encuentran hoy, laberinto sin salida por ahora.
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