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No conocía la nieve. Ni el descansar, ni un desayuno
tardío. No conocía secretos de su madre que murió de parto. No conocía
réplicas agudas ni la ira pues el padre siempre manifestó lo imprescindible y
lo imprescindible de a poco perdió sonido.
La conoció en la cola del banco. Cobrando la
jubilación. Ella tuvo que darle charla. Ella lo invitó a tomar un café. Ella
le contó su historia y le presentó a sus hijos y fotos del nieto. Ella
propuso festejar el cumpleaños. Ella insistió en que saliera por primera vez
del país para irse juntos a conocer Oslo, la ciudad que él nombró un día.
No conocía la nieve. Ni el cran-cran de los cuervos ni
las noches fugaces. Tampoco los fiordos y un mar calmo. O las caminatas de la
mano. No conocía estarse mirando, mirándose. Te quiero, le dijo ella y él
desconocía la forma de decir yo también ni linda ni gracias. Pero cuando
quiso llorar, y de alegría era, le costó pero supo.
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22 de mayo de 2016
NO CONOCÍA
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