26 de septiembre de 2016

RABIA





Llegó a mi consultorio pocas semanas después de la muerte de Adrián, su primogénito. El hijo murió en un accidente de moto. La moto que ella nunca quiso que tuviese. La moto que nunca quiso que el padre le regalara.
Se ubicó en el piso, lo más lejos posible. No soportaba cercanía alguna; tampoco la mía, su analista desde hacía un par de años.
Sin hablar, ella la de la palabra airosa, estrujando un pañuelo seco.
Permaneció en silencio hasta casi el final de la sesión, y cuando le propuse que escribiese lo que venía rumiando se incorporó tan enojada, tan dolida.
Gritó: "¿Escribir? Para qué. Sé que madres dolientes hubo muchas. Hay. Ahora mismo. Madres que autobiografían su congoja, padres también. Poetas reconocidos o sujetos que contratan un escribiente para convertir en artefacto literario lo incontable, han destinado su obra a hijos baldados, yertos, tullidos, desbordados, idos. Salí a leerlos porque los necesitaba y encontré textos temerosos de revelar que no pueden más, que se lloró suficiente, que lo escrito ya no importa, no les importa. Eso sí, de la rabia ni una mención.
Adrián murió y no siento dolor sino rabia.
Lo extraño. Quién no lo extrañaría. Palabras me rondan y olores, sobre todo olores. Roces. O una puerta que azotaba, subiendo la escalera, sin saludar, para encerrarse con música a máximo volumen. Pero tengo que decirlo: es tanta la rabia que cuesta extrañarlo...."

Me miró, la miré. Y entonces se acercó y me abrazó y al fin lloró.

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(fragmento de mi novela NADA MENOS)


3 comentarios:

  1. Cómo es la mente humana, maravillosa cuánto menos. Me ha gustado este fragmento.
    Un beso.
    Sete

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  3. Querida Setefilla,así van produciéndose los vericuetos de nuestro mundo interno, sus pasadizos, sus cruces peligrosos.Y la rabia y el dolor se juntan de una forma que es dificil verbalizar.

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