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Llegó a mi consultorio pocas semanas
después de la muerte de Adrián, su primogénito. El hijo murió en un accidente
de moto. La moto que ella nunca quiso que tuviese. La moto que nunca quiso
que el padre le regalara.
Se ubicó en el piso, lo más lejos
posible. No soportaba cercanía alguna; tampoco la mía, su analista desde
hacía un par de años.
Sin hablar, ella la de la palabra airosa,
estrujando un pañuelo seco.
Permaneció en silencio hasta casi el
final de la sesión, y cuando le propuse que escribiese lo que venía rumiando
se incorporó tan enojada, tan dolida.
Gritó: "¿Escribir? Para qué. Sé que
madres dolientes hubo muchas. Hay. Ahora mismo. Madres que autobiografían su
congoja, padres también. Poetas reconocidos o sujetos que contratan un
escribiente para convertir en artefacto literario lo incontable, han
destinado su obra a hijos baldados, yertos, tullidos, desbordados, idos. Salí
a leerlos porque los necesitaba y encontré textos temerosos de revelar que no
pueden más, que se lloró suficiente, que lo escrito ya no importa, no les
importa. Eso sí, de la rabia ni una mención.
Adrián murió y no siento dolor sino
rabia.
Lo extraño. Quién no lo extrañaría.
Palabras me rondan y olores, sobre todo olores. Roces. O una puerta que
azotaba, subiendo la escalera, sin saludar, para encerrarse con música a
máximo volumen. Pero tengo que decirlo: es tanta la rabia que cuesta
extrañarlo...."
Me miró, la miré. Y entonces se acercó y
me abrazó y al fin lloró.
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(fragmento de mi novela NADA MENOS)
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26 de septiembre de 2016
RABIA
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Cómo es la mente humana, maravillosa cuánto menos. Me ha gustado este fragmento.
ResponderEliminarUn beso.
Sete
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarQuerida Setefilla,así van produciéndose los vericuetos de nuestro mundo interno, sus pasadizos, sus cruces peligrosos.Y la rabia y el dolor se juntan de una forma que es dificil verbalizar.
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