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“Llegué tarde a sesión porque
estoy de festejo.
Sabe, tenía 12 años y
pastábamos en la misma clase. Como en esa escuela indescriptible a los
repetidores nos acomodaban adelante, para observarla debía darme vuelta cada
tanto con cierto disimulo indisimulado. No me apasionaba su belleza sino esos
gestos en encaje y ese hablar en arrebol. Muchacha de todos los soles y no sé
si lo sabía. Yo sí, yo lo sabía. Y traté de satelitarla, probé órbita tras
órbita, galaxias mil. Demás está decir que ella ni me consideraba por mis
limitaciones: desgarbadez, reducida elocuencia, y por ahorrar era mi mamá la
que me cortaba el cabello.
Pero hay milagros,
créame. Fiesta de fin de curso. En esa escuela irrazonable organizaron un
picnic y ese día llovió hasta la amargura. Logré esconderme en un aula para
fumar y entró ella con sus devotas; reían, no conmigo por supuesto. De golpe
–milagro, ya dije- ella con su verbo de niebla me pidió una pitada. Concedida.
Y de inmediato, sacando fuerza de no sé dónde, propuse entregarle un
cigarrillo a cambio de un beso. Y me lo dio, en la boca, sin chistar, como
una experta.
Lo demás es historia,
avatares que usted ya conoce. Hoy 40 aniversario de ese beso. Y aunque nunca
la volví a ver, y aunque a veces adultero su apellido y dudo si el arrebol no
me lo invento, festejaré como cada año vengo haciendo.”
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21 de noviembre de 2016
ANIVERSARIOS
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