21 de noviembre de 2016

ANIVERSARIOS




“Llegué tarde a sesión porque estoy de festejo.
Sabe, tenía 12 años y pastábamos en la misma clase. Como en esa escuela indescriptible a los repetidores nos acomodaban adelante, para observarla debía darme vuelta cada tanto con cierto disimulo indisimulado. No me apasionaba su belleza sino esos gestos en encaje y ese hablar en arrebol. Muchacha de todos los soles y no sé si lo sabía. Yo sí, yo lo sabía. Y traté de satelitarla, probé órbita tras órbita, galaxias mil. Demás está decir que ella ni me consideraba por mis limitaciones: desgarbadez, reducida elocuencia, y por ahorrar era mi mamá la que me cortaba el cabello.
Pero hay milagros, créame. Fiesta de fin de curso. En esa escuela irrazonable organizaron un picnic y ese día llovió hasta la amargura. Logré esconderme en un aula para fumar y entró ella con sus devotas; reían, no conmigo por supuesto. De golpe –milagro, ya dije- ella con su verbo de niebla me pidió una pitada. Concedida. Y de inmediato, sacando fuerza de no sé dónde, propuse entregarle un cigarrillo a cambio de un beso. Y me lo dio, en la boca, sin chistar, como una experta.
Lo demás es historia, avatares que usted ya conoce. Hoy 40 aniversario de ese beso. Y aunque nunca la volví a ver, y aunque a veces adultero su apellido y dudo si el arrebol no me lo invento, festejaré como cada año vengo haciendo.”



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