30 de abril de 2017

TE VI



Es Carmen la que cuenta:
JM lo llamé siempre. Compañeros en segundo año del secundario. Desparpajado, intenso, confrontador; cantaba lo que yo ni sabía que existiese; mochila minúscula porque estaba más allá de los libros y los apuntes y de otras cosas que andá a saber.
Me gustaba. Me encantaba. Me fascinaba.
Yo, la eterna sonrojada esforzándose en caer bien, en caerle bien: me acicalé lo que en mi casa permitían en vano, para él ni existía. Corazones con nuestras iniciales tracé hasta la locura. Deshojando –literalmente- margaritas para ver si quizá, si algún día. A final del curso, reprobó tantas materias que el colegio no lo reinscribió.

Ayer, en la puerta de un estacionamiento lo vi con pelirroja a su vera portando chico puro bucle en brazos.
Me vio. Claro que me vio. Y yo con esta pinta. Me vio y se acerca y yo ni gesto. Qué hacer cuando enfila derecho hacia donde apenas te mantienes en pie el hombre con el que fantaseaste más de lo debido.
Me toca el hombro, me doy vuelta y veo esa sonrisa que atesoré. Soy JM dijo, como si no lo supiese. JM repitió. Lo sé, respondí. Y mientras eso sucedía, en la cámara más lenta que te imagines, él mirándome en búsqueda de la que fui y yo tratando de ocultar el tiempo que pasó adentro mío.
Te busqué, dijo por encima de la barahúnda. Juro que dijo: te busqué. En la escuela ansiaba que dejases de ser esquiva y un día te seguí hasta tu casa pero no te diste por aludida, juro que dijo. Esperó que le telefoneara sin tomar cuenta que ni me había dado el número ni se lo había pedido. Me buscó en las Redes y no participo, me mudé varias veces, uso el apellido de mi marido. A veces paso por esa casa aunque me enteré que ni tus padres viven allí y al principio hasta dejaba una nota aun sabiendo que no tenía sentido, juro que dijo.
Mientras narraba su paso por mi barrio no cejé de fichar a la pelirroja por si se atreviese a quitármelo. Sin embargo. Dudé. Es decir: estuve tentada. Tentada de confiarle cuánto lo amé y lo soñé y que también lo rastreé, pero me abstuve porque ahora él tenía una vida y yo otra aunque sea como es.
Cuando anotó mi email le tomé la mano y le dije me-dio-gusto-verte. Y era un gusto verte tan frío tan distante que ahora mismo me avergüenza contárselos.

Foto: Bad Homburg, de Rolf Rempel



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