|
Aunque
ya no soy su paciente quise confiarle esto. Usted comprenderá por qué.
“El
vuelo se canceló hasta el día siguiente. La aerolínea nos trasladó a un hotel
del aeropuerto. La habitación era amable, minibar surtido. Y a la hora del
té repartieron a los pasajeros en mesas redondas y estridentes.
El querubín
de melena calandria en vuelo, frente mí. A miradas, solamente a miradas,
fuimos tildando a los que nos rodeaban con sus anécdotas de viajes imposibles.
Y nomás con la mirada la invité al bar con un piano casablanca enmarcando la
noche.
Bianca,
dijo su nombre. Fabián, dije el mío. Soy ilustradora, aclaró. Yo iletrado,
aclaré. Y sin que mediara preludio y sin perderla de vista porque su lindeza
no lo permitía, le hablé de mis padres a tanto puerto partido; le conté que nunca quise, que amar era de otros, que dolía la ausencia de lo que jamás
hube alcanzado. Y me escuchó, boca cerrada labios pirulí de fresa, sin resto
de prisa. Reímos, claro que reímos.
Hicimos
el amor. ¿Qué digo? No fue sólo apiñarse o acoplar. No. Fue obstinarme en sus
pies, ovillarme en sus piernas, desandar en su comba, derrapar en la nuca, bucearla
en su abrazo. Fue de a dos convertir nuestra carnadura en persona, sujetos construyentes de ese alba que nos cayó encima.
En cierto
momento que el sueño me embaucara, partió. Dejó una nota con un vago hasta
luego.
La busqué
en la sala de embarque, tras el despegue asiento por asiento rastrillé. Nadie
supo de ella.
Milagros
hay. Milagros para teófobos. Ayer me encontró en las Redes. Te busqué en todas
las Biancas, le escribí. No figuro con ese nombre menos con mi cara, me
escribió. Yo ni siquiera figuraba hasta hoy, le escribí. Y en una morosa tertulia de mensajes supe
que perdió el vuelo por alejarse en búsqueda de aquella historieta que me
había descripto mientras yo no hacía más que besarla y besarla hasta la
locura.”
|
|
28 de mayo de 2017
VUELOS
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario