Pasó Diciembre. Amén de la demanda usual
de sesiones extras, recibir llamados fuera de hora, tuve que trabajar en el consultorio el 31 mismo y hasta la tantas a pesar que festejaríamos Año Nuevo en casa.
Organizamos un
sarao con baile, cotillón, pavo, cero pirotecnia, para familia y montón de amigos. A las
11 de la noche tocaron el timbre, abrió mi sobrino y creyendo que era otra
invitada hizo pasar a Cally. Una paciente.
Una ex paciente.
Una ex paciente.
Una ex paciente a la que dejé de atender meses atrás al declararme incompetente
para hacerlo. ¿Motivos? Una chica con un historial cruel y cruel ella misma, en
ocasiones violenta. No daré otros detalles.
Desconocía el
arribo de Cally pues justo adornaba el postre en la cocina. En tanto,
ella había comenzado a soltar preguntas difíciles, confusas, irrespondibles.
Cuando salgo con
la bandeja repleta y me topo con Cally a punto estoy de gritar. Me contengo,
por supuesto, y la saludo sonriente, le convido con una copa helada que
rechaza, inquiero a qué se debe su visita.
-Odio las
Fiestas.
-Sí, son
momentos difíciles. Entiendo que...
-...usted no
tiene la menor idea, acá se ve que usted jamás ha sufrido- dijo, y nadie evitó escucharla. Los presentes, paralizados, esperan que yo los organice, indicando qué, qué hacer.
Pensar.
Sopesé opciones -desde las proverbiales a las atrevidas- a máxima velocidad; ahora, ahora, me exigía a mí misma aunque rechazo decidir apremiada. Al fin dispuse tomar a Cally suave e inflexiblemente
de la mano y encaminarla hacia la salida, asegurándole que podríamos hablar en
otra ocasión pero que en ese momento debía irse. Debes irte, subrayé.
Se fue. Y yo me
encerré en el toilette: necesitaba estar sola un rato y volver a respirar.
¿Hice lo
correcto? Dudo aún.
Las 12
campanadas de rigor. Brindamos, claro que brindamos. Abracé y besé a todos. Y como suelo en los
fines de año, a cada uno de mis hijos le garanticé que en el próximo los querría
más que nunca.
Querida amiga y colega.
ResponderEliminarQué fuerte!. La narración tan concisa: me hubiera gustado saber mucho más. Me impresionó que te expusieras como analista al contar esto.
Feliz 2013!
Susana
Querida amiga y colega:
ResponderEliminarEn este texto inaugural del 2013, y en general en estas ficciones, busco subrayar las dudas que -por suerte- nos acucian en nuestro oficio.
Dubitativos o frágiles o temerosos o cautos e incautos o ambivalentes (o todo junto) así presento a mis personajes, tanto analistas como a sus pacientes. Así nos expongo.
La chica tenía que irse, yo hubiera hecho lo mismo para preservarla tammbién a ella.
ResponderEliminarEs cierto, urgía preservar a la chica, tomando en cuenta que ya esa analista se había declarado incompetente de continuar atendiéndola (aunque, lástima, no se aclaran los motivos). Y a la par la analista debía preservar a los suyos y a sí misma.
ResponderEliminarTarea compleja, constante e imprescindible; va de suyo que no siempre se logra hacerlo ni es totalmente claro a quién se cuida más.
Unos versos con una carga emotiva muy fuerte. La semilla dará el fruto del amor desbordado. Hay una serie de la HBO –no muy conocida, aunque notable- que es el vivo reflejo de tu blog: me encanta. Se llama, “In Treatment”. Muy bueno. Besos, Ann@
ResponderEliminarAnna:muchas gracias por tus palabras. Y siempre por tu lectura.
ResponderEliminarConozco la serie -me halaga que la compares con el blog- y coincido en que mostrar el "detrás del telón" de la tarea analítica los une. Tarea y una no-casual elección de profesión que supone una emotividad intensa pero necesariamente contenida.