Lazlo no puede
moverse, no puede.
Desmoronado en
el piso, lejos de la obra que lo espera. Lejos es un decir en ese taller que
arracima cama mesa bicicleta esculturas yeso piedras y herramientas. En horas de
trabajo por ningún motivo se echaría sobre cobijas y sábanas desgreñadas; si es
tiempo de producir y perdió fuerza o imaginación, directo al piso de cemento.
Bebe agua: AA vigila. La exposición se viene, recién pocas piezas listas y el
curador atormentándolo. De nueva producción nada, es obvio. Nada es nada.
El teléfono
rugió anoche. Cero contestador; tampoco enciende la computadora y la partida de
ajedrez a distancia suspendida por presión del galerista asegurando que así se concentra un creador. Un mercader ese galerista.
Y en cuanto
liquide la maldita exposición invitará a Luciano al parque de diversiones. Hace
mucho que se lo prometió pero el mocoso sabe que a su padre le cuesta organizarse para ser padre. Y
aunque Emilia exija poco cambia: no puede y no puede. A Emilia, desde que él
decidió vivir aparte, evita responderle si llama.
Lo internaron en
la clínica por intoxicación alcohólica aguda. Los pacientes supieron de él
varios días después; de todas formas Lazlo les cayó mal por presumir de la futura muestra y minimizar los motivos de su internación. Esto es una clínica
psiquiátrica: acá cero ganadores, le señaló otro internado.
Lazlo esperó que
Emilia se comunicase. O sus padres. Que aparecieran. Esperó que su padrino de
AA secundara o asomase el mercader del galerista. En tanto, pastaba solitario
en los pasillos leyendo el mismo libro, idéntica revista. A mi grupo de terapia
llegaba tarde, excusándose a veces; le
ofrecí una charla personal y prefirió callar.
Cuando la fecha
de la exposición fue pasado y ni telefoneó al hijo ni recibió más que visitas
formales ni logró hacerse un lugar en el lugar, con una enorme maceta amenazó
al portero y el portero, que tenía orden de jamás oponerse, lo dejó salir. En la
clínica se habló de Lazlo por semanas.
Todos los creativos pasamos etapas blancas, en las que no somos capaces de crear nada.
ResponderEliminarSi encima, tienes una adicción, es obvio que tu vida se deslice entre macetas sin raíces y enredaderas exentas de paredes.
Me gustó. Como siempre marcando un tempo rítmico y ágil. Contando anécdotas cotidianas en la mismísima línea de la ficción-realidad. Un beso, Ann@
Anna: muchas gracias por tus palabras.
ResponderEliminarCoincido en que el proceso de creación es sinuoso, resbaladizo, impredecible.
Y este personaje tiene controles varios y deserciones previas suficientes como para derrapar con cierta (dolorosa) facilidad.
Lástima que en la clínica se habló de él más tarde. La contención quizás falló. Quizás.