Corina, 33 años. Eugenio, 5. Desde que les avisaron en la escuela
que el chico se sentía mal hasta que murió pasaron 10 días. No hubo un
diagnóstico. Hipótesis, especulaciones y una especie de disculpa del pediatra.
Se
encerroja en su dormitorio a oscuras por tiempo indeterminado, enmudecida. No me
hables, no me mires, no me toques. Su pareja y padre del chico, de por sí un
hombre de silencios, la arropó.
Comencé atender a Corina en su casa. He ahí -al borde de una poltrona con piernas trenzadas, brazos exangües- una cierva herida. Me recibió sin gestos, ni siquiera como rechazo. Simple, sin gesto.
A mi cuarta
visita, sentadas tan cerca que podía oler su cabello húmedo, apoyó la mano en
mi muñeca izquierda. Apoyó solamente. Y volvería a hacerlo en los encuentros
sucesivos.
Al fin habló.
Jamás estuvo en
sus planes. El embarazo apareció en plena crisis de pareja y creyó que un hijo
los salvaría. Nueve meses de dolor y desazón. Y tras la cesárea los temores
aumentaron pues Eugenio requiere y nunca está lista Eugenio demanda y ella sin lograrlo.
Conseguí ocuparme de a poco, imitando a su papá y a sus abuelos. Cuando cumplió tres
años hicimos un festejo sencillo, pero entonces sentí que de ese chico apagando
las velitas yo era la madre y que a ese chico estaba yo para quererlo. Así empezó y así siguió. Explíqueme ahora qué me espera...
Qué me espera,
repitió, y perdí el aire. Con absurdas excusas, disimulando titubeo y sofoco,
busqué la calle; necesitaba gritar, gritarle a la gente que pasaba. Necesitaba
pero me abstuve, no teman.
Dos años después
Corina sigue consultando con cierta regularidad, concertamos cada encuentro en mi consultorio con
anticipación. Sin embargo esta vez lo planteó casi como urgencia:
acaban de confirmarle que espera una niña que nacería avanzado el verano.
foto: Genoveva Ayala
Hola Marta: parece que tú siempre quieres poner en cuestión la capacidad de los psicólogos... eso está bien... sin embargo aquí tú no dejas claro si la mujer logrará cuidar a esa niña que va a nacer, cuestionas también la capacidad de las madres...
ResponderEliminarValeria: tienes razón en ambas afirmaciones. Cuestiono siempre la capacidad que tenemos los psicólogos/analistas/psicoanalistas, en vías de desacralizar una tarea que se ha revestido de idealizaciones varias.
ResponderEliminarY en efecto, nada asegura que Corina pueda lidiar con su maternidad en esta oportunidad. La niña nacerá. La madre intentará quererla mejor o desde el principio. O ni siquiera.